viniesen los PP. con los cabildos del suyo y de los otros
pueblos, y al nombre del Rey diesen la obediencia al Capitan
General. Salio de los reales el dicho Miguelista, Fernando, y
refiriendo a sus caciques que estaban esperando algunas pocas
cosas de las que a ellos pertenecian, tomo el camino sin parar,
entre los escuadrones que despues habian de pelear, hacia el
pueblo de San Javier, en donde dichos PP. esperaban de oficio,
parte para precaver los danos de sus ovejas, parte, y
especialmente, para atender al bien de las almas de los indios,
que se disponian al combate. Y como una multitud de soldados
indisciplinados y libres puede acoger cualquier sospecha,
tomando a mal esta retirada de Fernando los soldados de otros
pueblos, pensaron que este, los PP. y todos los Miguelistas
maquinaban insidias y traiciones. Cuatro pues de a caballo (no
se de que pueblo) conclamaron, y unidos siguieron a Fernando, e
intentaron darle muerte: el que, estando para ser degollado,
pudo librarse huyendo, y al cabo de cuatro dias con dificultad
llego a los PP. que ya estaban a la otra parte del Monte Grande,
y detalladamente conto en la estancia de Santiago sus peligros,
que la fama mucho antes (como suele) habia divulgado y abultado
con los mas vivos colores.
88. Pero mientras Fernando padecia entre los suyos estas cosas,
el pueblo sufrio de los enemigos un gran estrago: porque apenas
el enviado salio del campo contrario, cuando vio que se formaban
en batalla, se aprontaban las armas y ponian al frente la
artilleria. Se adelantaron cuatro capitanes, y dijeron a voces,
que se apartasen los indios, y diesen lugar para que pasase el
ejercito espanol y portugues, que no querian los Generales
matar, ni quitar las vidas, sino tomar camino libre. Enganada la
plebe sencilla de los indios con este pregon tan falaz, unos se
disponian a retirarse, otros lo comenzaron a hacer: pero otros
mas esforzados y advertidos, rogaban con ardor no se rindiesen,
que ya no era tiempo de rendirse, sino de valerse hasta lo
ultimo de las fuerzas y valor: que convenia morir peleando, y no
huyendo. Alistados pues seis canones cargados de mucha metralla,
y hecha senal, empezaron los espanoles el combate con poco
efecto: porque algunos indios a la primera descarga se
escondieron en los fosos que antes habian hecho, los cuales no
defendian lo bastante a los que se agachaban: otros persisti
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