sus
pueblos, el enemigo se acerco a las asperas montanas, llenas de
bosques, en aquella parte donde esta el camino mas arduo, y para
las carretas, casi imposible. No hallo resistencia alguna,
despues de algunos pequenos reencuentros de casi ningun momento,
fuera de uno u otro. El uno fue, que al paso de un monte, en
donde los indios se habian fortificado con empalizadas, fueron
desalojados con una numerosa porcion de tiros. El otro, que
queriendo los enemigos entrar al bosque o selva, un indio de a
caballo, que era tenido por cobarde entre sus companeros, (era
Lorenzista) acometio al cuerpo del enemigo, y dejandole este
entrar corriendo por medio de los escuadrones que se habian
abierto, y disparandole todos, volvio a los suyos sin lesion.
Pero, siendo pocos los que debian defender el camino, aunque
insuperable, ocupo el enemigo el Monte Grande, y trepando la
caballeria, hasta pasar las asperezas de las montana, se mantuvo
en el desfiladero de la salida, y asi quedo seguro el bosque
para la infanteria.
106. Puesta ya en salvo esta, se empeno el enemigo en un trabajo
improbo, de hacer volar con minas los penascos durisimos:
dividio en piezas las carretas, arrastro las ruedas con tornos,
y trasporto todas las demas cosas en hombros de negros, y de los
indios cautivos, con el trabajo de un mes, y aun quizas mas. Se
trabajo tanto, que al tercer dia de Pascua todo el ejercito
estuvo en el pago, o estancia de San Martin. Estando aqui el
enemigo, los Miguelistas le entregaron dos cartas, en las cuales
les protestaban que ellos de ningun modo habian de ceder sus
tierras, sino que se habian de resistir todo lo que pudiesen.
Las recibio con escarnio o mofa, y se les respondio, que les
convenia obrar al ejemplo de los de San Luis. Y aunque los
vecinos de Santa Fe, y los de las demas ciudades decian, que
ellos marchaban forzados, con todo, ambos generales, espanol y
portugues, con su presencia urgian el viage.
107. Por esta razon, el Domingo despues de Resurreccion,
movieron los reales, se encaminaron hacia los pueblos, y
llegaron a la estancia de San Bernardo, que es del pueblo de
Santo Angel, al Domingo siguiente, con marcha de una semana,
siendo en otras ocasiones camino de un dia, y en las cercanias
de esta estancia los esperaba escondidos y en silencio el
ejercito de los indios, por consejo de los gentiles Guanoas
y Minuanes.
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