dad, de mil quinientos a dos
mil reales.
--iCaspita!--exclame yo muy serio, acordandome de lo que habia gastado
en los tres dias del ultimo carnaval de mi vida de estudiante.--iAhi era
un grano de anis!... Pero no sabia yo, don Pelegrin, que fuese usted
abogado.
--Y no lo soy, ica!...; porque vera usted lo que paso. En las primeras
vacaciones que me dieron, y en recompensa de la buena censura que obtuve
del sinodal en el examen, me permitio mi senor padre que hiciese un
viaje de recreo adonde mas me acomodase y por todo el tiempo que me
pareciese prudente. Entonces estaba muy de moda entre los jovenes
pudientes de aqui, irse a San Juan de Luz y a Bilbao, con motivo de unos
celebres partidos de pelota que habia a cada paso entre vascongados y
bayoneses. Yo elegi el ultimo punto por la comodidad con que entonces se
hacia el viaje; pues habia un _paquete_ quincenal entre aquel puerto y
este; un quechemarin que se ponia junto a la botica del doctor
Cuesta.... ?Se admira usted? Es que entonces ni existia la plaza de la
Verdura, ni en su existencia se pensaba, porque llegaba la marea muy
cerca del Arco de la Reina. Pues, senor, tome pasaje en el quechemarin,
cuyo capitan era conocido de mi padre; y en la confianza de que
tardariamos dia y medio en llegar, como era costumbre del barco, segun
decian, y por eso se llamaba el _Rapido_, hicimonos a la mar. Pero dio
en soplar un vientecillo del Nordeste apenas montamos el cabo Quejo, que
nos echo sobre Llanes cuando pensabamos alcanzar a Portugalete. Alli se
armo un zipizape del Noroeste con tal cerrazon y tales celliscas, que al
cuarto dia amanecimos mar adentro y sin ver una pizca de tierra. El
capitan, segun entonces nos confeso, nunca habia navegado mas que por la
costa de Vizcaya, ni conocia la altura en que nos hallabamos, ni, lo que
era peor, el modo de averiguarlo: asi fue que, encomendandonos a Dios,
pusimos la popa al viento, trincamos el timon, y a los siete dias de
tormenta nos colamos de noche en un boquete que al capitan se le antojo
Santona; mas al preguntar, cuando amanecio, al patron de un patache que
teniamos al costado, en donde nos hallabamos, supimos que en Castropol.
Para abreviar, amigo mio: a los diez y siete dias de nuestra salida de
Santander volvimos a fondear en las Atarazanas, despues de habernos
equivocado en todos los puertos de la costa, y sin poder tropezar con el
que ibamos buscando. A mi familia, que en todo ese tiempo no tuvo
noticias mias, f
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