cuyas entranas extrajo el liquido con una
paja.
Cafetera nacio en la calle Alta, del legitimo matrimonio del tio
_Magano_ y de la tia _Carpa_, pescador el uno y sardinera la otra. Ya
ustedes ven que, para raquero, no podia tener mas blasonada ejecutoria.
Su infancia rodo tranquila por todos los escalones, portales y basureros
de la vecindad.
No hay contusion, descalabro ni tizne que su cuerpo no conociera
practicamente; pero jamas en el hicieron mella el sarampion, la
alfombrilla, la grippe, la escarlata ni cuantas plagas afligen a la
culta infantil humanidad. Solamente la sarna y las viruelas pudieron
vencer aquel pellejo: con la primera perdio la mitad de los cabellos;
con las segundas gano los innumeros relieves de su cara.
Pero asi y todo, le querian en su casa; tanto, que no habia cumplido
cuatro anos cuando la tia Carpa le metio, de medio cuerpo abajo, en una
pernera de los calzones viejos de su padre, dadiva que, anadida a una
camisa que, tambien de desecho, le regalo su padrino el tio _Rebenque_,
llego a formar un traje de lo mas vistoso, y a ser la envidia de sus
pequenos camaradas, condenados a arrastrar su desnuda piel por los
suelos, mientras su industria no les proporcionase mas lujosa
vestimenta.
Siete anos contaria, cuando su madre, conociendo por la chispa de que ya
se hizo mencion y por otras proezas analogas, que era apto para las
fatigas del mundo, comenzo a darle los tres mendrugos diarios de pan
envueltos en soplamocos y puntapies. Cafetera, que no era lerdo,
comprendio al punto hasta donde alcanzaba su privanza y lo que podia
esperar de sus dioses lares; y como, por otra parte, sus liberrimos
instintos se le habian revelado diferentes veces hablando con sus
companeros sobre la vida raqueril, se decidio por el _arte_ en el cual
hizo su estreno pocos meses despues del ultimo mendrugo, que le aplasto
la nariz para nunca mas enderezarsele.
Era un dia en que el tio Magano andaba a la mar, y la tia Carpa a vender
un carpancho de sardinas.
Cafetera estaba solo en casa, sentado sobre un arcon viejo, unico mueble
de ella, no contando el catre matrimonial, rascandose la cabeza como
aquel que acaricia una idea de gran transcendencia, y murmurando algunas
palabras, no todas evangelicas, las mas de un colorido asaz rabioso.
Despues de un largo rato asi invertido, alzose de su asiento, corrio la
tapadera del mismo y saco media _basallona y_ un arenque, provisiones
hechas por su madre para toda l
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