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como trecientas cincuenta leguas por este inmenso rio, cuya magestuosa
corriente es de esperar que algun dia se vera surcada por centenares de
embarcaciones, las que impulsadas por el vapor ascenderan hasta
Chiquitos, haciendo asi mas inmediata la comunicacion de Bolivia con la
Europa.
Las ondas de este caudaloso rio, que tiene mas de una legua de ancho,
corren sobre un lecho cuyas margenes e innumerables islas se ven
adornadas de vistosos boscages, en donde la graciosa palmera entretege
su follage con el de los arboles mas variados y bellos.
Recorri durante un ano entero todos los puntos de la provincia de
Corrientes y de Misiones, y despues de haber penetrado en el Gran-Chaco,
di la vuelta por las provincias de Entre-Rios y de Santa-Fe. De regreso
a Buenos-Aires, quise encaminarme a Chile o a Bolivia; mas calculando lo
dificil que me seria atravesar el continente con toda seguridad, por las
turbulencias que, despues de la paz con el Brasil, minaban aquel estado,
me decidi a pasar a la Patagonia, tierra misteriosa, cuyo solo nombre
encerraba en ese entonces un no se que de magico. Me transporte pues
alli a fines de 1826, y permaneci en ella durante ocho meses.
Pude efectuar mis primeras investigaciones con bastante sosiego, por mas
penoso que fuese el recorrer un pais de los mas aridos, y en donde la
falta de agua se hace sentir a cada paso en el corazon de esos monotonos
e interminables desiertos; pero los indios Puelches, Aucas y Patagones
se sublevaron inopinadamente contra la naciente colonia del Carmen,
situada a orillas del rio Negro, y me vi entonces precisado a reunirme a
sus habitantes para cooperar a la defensa comun. Habiendo vuelto por
segunda vez a Buenos-Aires, halle este pais en tan completa anarquia,
que, reconociendo la absoluta imposibilidad de pasar a Chile atravesando
las pampas, tome el partido de doblar el cabo de Hornos. A mi llegada a
Valparaiso encontre tambien a la republica Chilena en un estado de
agitacion nada propicio para los viages cientificos, y provisto entonces
de las recomendaciones del consul general de Francia en este Estado,
pase a Bolivia, de cuyo gobierno debia yo esperar una buena acogida, y
los medios de proseguir mi exploracion continental.
Cobija, puerto de Bolivia, me saludo desde luego con el imponente
aspecto de las montanas que lo coronan. Poco despues me desembarque en
Arica para dar principio a mis viages por tierra. Abandonando bien
pronto las costas, me en
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