a esperanza de suceso dependia de la eleccion que yo
hiciese de una corriente de agua, la cual solo me era permitido
reconocer desde la altura en que me hallaba: deje que mi tropa se
adelantase y me quede esperando. Una hora de inquietud se me hizo un
siglo y empezaba ya a desalentarme, cuando, por una dicha inesperada, se
entreabrieron las nubes un momento, y se me revelo un horizonte inmenso:
los ultimos repechos de las montanas, como surcos irregulares cubiertos
de arboles, bajaban serpenteando lentamente hacia un mar de verdura sin
limites, el cual era formado por las florestas de la llanura, que
contornean las montanas en un espacio de mas de cuarenta leguas. Seguia
yo avidamente con la vista, lleno de ansiedad, la direccion de las
profundas quebradas, buscando el punto de su reunion, para ver si
hallaba en el una via de agua navegable. Un rayo del sol vino a
revelarmela, haciendo brillar a una apartada distancia, y en la
direccion del norte 15 grados este, las sinuosidades de un rio en medio
de la selva. Era este, como el puerto que aparece al navegante al cabo
de una prolongada travesia; era el resultado de mis calculos, el triunfo
de mis ideas, un tributario en fin del Rio Securi, que yo habia dejado
cerca de la Trinidad de Moxos.
Por el espacio de dos dias continue, pero en descenso, por la cresta de
las mismas montanas, bajo una boveda perpetua de ramas entrelazadas que
forman una masa de veredura impenetrable al sol, y llegue a la poblacion
de los salvages Yuracarees, quienes me acogieron perfectamente en sus
cabanas, manifestandose decididos a cooperar a mis proyectos. Parti con
ellos luego, antes que este celo se enfriase, y me interne en el corazon
de la selva mas hermosa del mundo en busca de un arbol, que bastase el
solo para construir una canoa. Mis salvages, que conocian uno por uno
todos aquellos arboles, me llevaron en derechura hasta el mas grueso de
ellos, cuyo tronco, de veinticinco pies de circunferencia, quizas habia
visto pasar muchos siglos. A los golpes del hacha saltan luego sus
astillas, pero al llegar la noche solamente, y a impulsos de un trabajo
tenaz, cae por fin haciendo estremecer la tierra, derribando todo cuanto
encuentra por delante, y empujando unos objetos a otros, lleva la
destruccion a mas de doscientos pasos. Los golpes redoblados del hacha
hicieron resonar el bosque durante siete dias consecutivos; dirigia yo
entre tanto los trabajos de los indios y trabajaba a la par de ello
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