an en ella muchas naciones salvages, se
decidieron a ensayar la conquista espiritual; asi es que en 1750
penetraron en Caupolican, y fundaron facilmente con la nacion de los
Apolistas, cuya sumision pudieron ganar desde luego, las misiones de
Apolo y de Santa-Cruz de Valle-ameno. Fue tal el ascendiente que
llegaron a tener sobre estos indigenas, y el buen exito corono de tal
manera sus esfuerzos, que bien pronto las cabanas dispersas de aquella
poblacion salvage se vieron reemplazadas por multitud de hermosos
caserios, que respiraban el orden y la limpieza, y en medio de los
cuales se levanto una espaciosa iglesia con su convento.
No limitando sus conquistas a este primer paso, internaronse aun mas los
franciscanos, llevados por un celo digno de los mayores elogios; y
habiendo logrado reunir en la mision de Aten a los altivos Tacanas, se
abrieron un vasto campo para proseguir su trabajosa empresa. Desde
luego, acompanados por estos ultimos, pudieron adelantar hacia las
llanuras, en donde otros Tacanas dispersos los aguardaban. De este modo,
y haciendo frente a las mas penosas fatigas, penetraron estos religiosos
en el corazon de los desiertos para aumentar el numero ya bastante
crecido de sus procelitos. Como a treinta leguas largas hacia el este,
formaron con los Tacanas la mision de San-Jose, se encaminaron en
seguida por tierra, y crearon sucesivamente las de Tumupaza y de
Isiamas. Finalmente, embarcandose sobre el Boni, se trasportaron hasta
el confin de las poblaciones salvages, y fundaron todavia la mision de
Cavinas.
Aunque no hayan procurado los Padres franciscanos introducir en sus
misiones ni el lujo en los templos, ni la industria entre los
habitantes, como lo han practicado los Jesuitas en Moxos y Chiquitos, no
por eso han dejado de prestar grandes y muy senalados servicios a la
humanidad, haciendo pasar a un considerable numero de hombres, desde la
vida enteramente salvage al principio de la vida social.
La direccion de estas misiones era del cargo exclusivo de la comunidad:
el convento de Apolo, que dependia de la ciudad de La-Paz, suministraba
los hermanos necesarios para la conservacion y el buen gobierno de estos
establecimientos, cada uno de los cuales poseia uno o dos religiosos, a
cuyo cuidado estaba encomendada la administracion de la iglesia y la
practica de sus ritos. Sea que no les fuese posible, o que no lo
creyesen conveniente, no ensenaban estos misioneros a los indigenas otra
industria
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