hacia el este, traspuse
cien leguas de montanas bastante aridas, pero cortadas por fertiles y
profundos valles. Durante este viage reconoci sucesivamente las
provincias de Clisa, de Mizque y del Valle-Grande, siguiendo por el
camino de Punata, Pacona, Totora, Chaluani, Chilon, Pampa-Grande y
Samaypata (el poyo del descanso), ultimo punto habitado de las montanas,
de donde solo distaban treinta leguas las fertiles pampas del centro
continental. Pocos dias despues se descubria, de la cumbre de la cuesta
de Petaca, el extendido horizonte de unos llanos calurosos cubiertos de
bosques, en cuyo centro se ve sentada la tranquila ciudad de
Santa-Cruz-de-la-Sierra.
El estudio de esta ciudad y de sus notables contornos ocupo mi atencion
por algunos meses: pasados estos, me resolvi a penetrar mas adentro en
las tierras habitadas. Me encontraba ya como a trecientas leguas del
mar; pero anhelando tambien conocer las poblaciones puramente indigenas,
volvi mi marcha al este, hacia la provincia de Chiquitos, atrevasando el
_Monte-Grande_, cuya espesa frondosidad cubre una extension de mas de
sesenta leguas, y en donde vanamente se buscarian otros huespedes que
los animales salvages.
La provincia de Chiquitos, colocada en el centro del continente
americano, tiene mas de diez y ocho mil leguas de superficie, y siendo
muy fertil su terreno, pueden cultivarse en ella todos los frutos de los
paises calidos, al mismo tiempo que en las montanas de Santiago pudieran
sembrarse trigos y plantarse la vina. Visite sucesivamente San-Javier,
Concepcion, San-Miguel, Santa-Ana, San-Ignacio, San-Rafael, San-Jose y
Santiago, y precisamente vine a encontrarme sobre esas montanas, en la
primavera de aquellas regiones.
En tanto que un sol abrasador tostaba las llanuras circunvecinas,
algunas beneficas nubes, posandose sobre la cima de las montanas, habian
operado un cambio total en el aspecto de la naturaleza. Los arboles se
cubrian de un tierno follage y de diversidad de flores; la campina
desplegaba lujosamente sus primorosos ropages. En nada absolutamente
pudiera compararse la bella estacion de Europa a un tal momento bajo las
zonas torridas. En Francia, por ejemplo, las hojas van brotando poco a
poco, y el frio y la ausencia de dias hermosos se hacen frecuentemente
sentir aun despues de bien entrada la primavera. En aquellos lugares,
esta no es sino el cambio subito de una decoracion. La naturaleza se
halla muerta, inanimada; un cielo demasiado p
|