es detenido durante los tres dias de mi
transito por la cordillera.
Baje al llano Boliviano, situado aun a la altura de cuatro mil varas
sobre el nivel del mar, y que es la parte mas poblada de la republica.
Llegue a la ciudad de La-Paz, la antigua Choquehapu (campo de oro),
nombre que, por su abundancia de minas en este metal, le dieron los
Aymaraes. Este valle favorecido por la proximidad de los Yungas, y que
se encuentra a tres mil setecientas varas de elevacion, ostenta a un
mismo tiempo en sus mercados todos los frutos de los paises frios, de
los templados y de la zona torrida. Escribi inmediatamente al gobierno,
remitiendole mis cartas de recomendacion. En respuesta me ofrecio el su
proteccion, y fondos si los necesitaba, proponiendome ademas un oficial
del ejercito y dos jovenes para acompanarme. No queriendo abusar de tan
generosas ofertas, acepte, con la mayor gratitud, solamente los dos
ultimos, asi como las facilidades de trasporte por toda la republica; y
desde aquel instante, me considere ya seguro de poder recorrer con fruto
esta bella y rica parte del continente americano.
Impaciente por ver la provincia de Yungas, de la que se me decian tantas
maravillas, dirijime a Palca, y una vez puesto sobre la cumbre de la
cordillera oriental, me senti deslumbrado de tal manera por la magestad
del conjunto, que desde luego no vi sino la extension inmensa, sin poder
darme cuenta de los detalles. Ya no era una montana nevada la que yo
creia asir, ya no era un dilatado llano, sin nubes como sin vegetacion
activa.... Todo era aqui distinto. Volviendome hacia el lado de La-Paz
aun vela las aridas montanas y ese cielo siempre puro, caracteristico de
las elevadas planicies. Por todas partes, al nivel en que me hallaba,
alturas vestidas de hielo y de nieve; mas que contraste por el lado de
los Yungas! Hasta quinientas o seiscientas varas debajo de mi, montanas
entapizadas de verde terciopelo, y que parecian reflejarse en un cielo
transparente y sereno a esta altura, una cenefa de nubes blancas, que
representaban un vasto mar azotando los flancos de las montanas, y por
sobre las cuales se desprendian los picos mas elevados, figurando
islotes. Cuando las nubes se entreabrian, yo descubria a una
inconmensurable profundidad debajo de esta zona, limite de la vegetacion
activa, el verdor azulado oscuro de las virgenes selvas, que guarnecen
por todas partes un terreno tan accidentado. Lleno de regocijo al verme
rodeado de una n
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