gracia y oportunidad. Nada mas
[10] conviene anadir acerca de este personaje, sino que cuando
sintio el trote largo de las cabalgaduras que corrian hacia la
calle del Condestable, se arreglo el manteo, enderezo el sombrero,
que no estaba del todo bien puesto en la venerable
cabeza, y marchando hacia la casa, murmuro--
[15] --Vamos a ver ese prodigio.
En tanto, Pepe bajaba de la jaca, y en el mismo portal le
recibia en sus amantes brazos dona Perfecta, anegado en
lagrimas el rostro y sin poder pronunciar sino palabras
breves y balbucientes, expresion sincera de su carino.
[20] --iPepe... pero que grande estas!... y con barbas...
Me parece que fue ayer cuando te ponia sobre mis
rodillas... ya estas hecho un hombre, todo un hombre...
iComo pasan los anos!... iJesus! Aqui tienes a mi
hija Rosario.
[25] Diciendo esto, habian llegado a la sala baja, ordinariamente
destinada a recibir, y dona Perfecta presentole
a su hija.
Era Rosarita una muchacha de apariencia delicada y
debil, que anunciaba inclinaciones a lo que los portugueses
[30] llaman _saudades_. En su rostro fino y puro se observaba
algo de la pastosidad nacarada, que la mayor parte de los
novelistas atribuyen a sus heroinas, y sin cuyo barniz sentimental
parece que ninguna Enriqueta y ninguna Julia
pueden ser interesantes. Pero lo principal en Rosario era
que tenia tal expresion de dulzura y modestia, que al verla 25
no se echaban de menos las perfecciones de que carecia.
No es esto decir que era fea; mas tambien es cierto que
habria pasado por hiperbolico el que la llamara hermosa,
[5] dando a esta palabra su riguroso sentido. La hermosura
real de la nina de dona Perfecta consistia en una especie
de trasparencia, prescindiendo del nacar, del alabastro, del
marfil y demas materias usadas en la composicion descriptiva
de los rostros humanos; una especie de transparencia, digo,
[10] por la cual todos las honduras de su alma se veian
claramente, honduras no cavernosas y horribles como las del
mar, sino como las de un manso y claro rio. Pero alli
faltaba materia para que la persona fuese completa; faltaba
cauce, faltaban orillas. El vasto caudal de su espiritu se
[15] desbordaba, amenazando devorar las estrechas riberas. Al
ser saludada por su primo se puso como la grana, y solo
pro
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