alemanes, y ya
eres un hombre.
[25] El buen clerigo se reia de sus propias ocurrencias,
mientras Jacinto, gozoso de ver la conversacion en terreno
tan de su gusto, se excuso con Pepe Rey, y de buenas a
primeras le descargo esta pregunta:
--Digame el Sr. D. Jose, ?que piensa usted del Darwinismo?
[30] Sonrio nuestro joven al oir pedanteria tan fuera de sazon,
y de buena gana excitara al joven a seguir por aquella senda
de infantil vanidad; pero creyendo mas prudente no intimar
mucho con el sobrino ni con el tio, contesto sencillamente:
--Yo no puedo pensar nada de las doctrinas de Darwin, 55
porque apenas las conozco. Los trabajos de mi profesion
no me han permitido dedicarme a esos estudios.
--Ya--dijo el canonigo riendo.--Todo se reduce a que
[5] descendemos de los monos... Si lo dijera solo por ciertas
personas que yo conozco, tendria razon.
--La teoria de la seleccion natural--anadio enfaticamente
Jacinto,--dicen que tiene muchos partidarios en Alemania.
--No lo dudo--dijo el clerigo.--En Alemania no debe
[10] sentirse que esa teoria sea verdadera, por lo que toca a
Bismarck.
Dona Perfecta y el Sr. D. Cayetano aparecieron frente a
los cuatro.
--iQue hermosa esta la tarde!--dijo la senora.--?Que
[15] tal, sobrino, te aburres mucho?...
--Nada de eso--repuso el joven.
--No me lo niegues. De eso veniamos hablando Cayetano
y yo. Tu estas aburrido, y te empenas en disimularlo.
No todos los jovenes de estos tiempos tienen la abnegacion
[20] de pasar su juventud, como Jacinto, en un pueblo donde no
hay Teatro Real, ni Bufos, ni bailarinas, ni filosofos, ni ateneos,
ni papeluchos; ni Congresos, ni otras diversiones y
pasatiempos.
--Yo estoy aqui muy bien--repuso Pepe.--Ahora le
[25] estaba diciendo a Rosario que esta ciudad y esta casa me
son tan agradables, que me gustaria vivir y morir aqui.
Rosario se puso muy encendida y los demas callaron.
Sentaronse todos en una glorieta, apresurandose Jacinto a
ocupar el lugar a la izquierda de la senorita.
[30] --Mira, sobrino, tengo que advertirte una cosa--dijo
dona Perfecta, con aquella risuena expresion de bondad que
emanaba de su alma, como de la flor el aroma.--Pero no
vayas a creer que te reprendo, ni que te doy lecciones: tu
no eres nino y facilmente c
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