puede asegurarse que hoy no han comido.
--Don Juan, D. Juan--grito Pepilla.--Por ahi viene su
amigo de usted Nicolasito Hernandez, o sea _Cirio Pascual_,
con su sombrero de tres pisos. Viene rezando en voz baja,
[15] sin duda por las almas de los que ha mandado al hoyo con
sus usuras.
--?A que no le dicen ustedes el remoquete?
--iA que si!
--Juana, cierra las celosias. Dejemosle que pase, y
[20] cuando vaya por la esquina, yo gritare: _iCirio, Cirio
Pascual_!...
Don Juan Tafetan corrio al balcon.
--Venga usted, D. Jose, para que conozca este tipo.
Pepe Rey aprovecho el momento en que las tres muchachas
[25] y D. Juan se regocijaban en el balcon, llamando a
Nicolasito Hernandez con el apodo que tanto le hacia
rabiar, y acercandose con toda cautela a uno de los costureros
que en la sala habia, coloco dentro de el media onza
que le quedaba del juego.
[30] Despues corrio al balcon, a punto que las dos mas
pequenas gritaban entre locas risas: _iCirio Pascual, Cirio
Pascual!_
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XIII
=Un casus belli=
Despues de esta travesura, las tres entablaron con los
dos caballeros una conversacion tirada sobre asuntos y personas
de la ciudad. El ingeniero, recelando que su fechoria
se descubriese, estando el presente, quiso marcharse, lo cual
[5] disgusto mucho a las Troyas; una de estas que habia salido
fuera de la sala, regreso diciendo:
--Ya esta Suspiritos en campana colgando la ropa.
--Don Jose querra verla--indico otra.
--Es una senora muy guapa. Y ahora se peina a estilo
[10] de Madrid. Vengan ustedes.
Llevaronles al comedor de la casa (pieza de rarisimo uso),
del cual se salia a un terrado, donde habia algunos tiestos
de flores y no pocos trastos abandonados y hechos pedazos.
Desde alli veiase el hondo patio de una casa colindante,
[15] con una galeria llena de verdes enredaderas y hermosas
macetas esmeradamente cuidadas. Todo indicaba alli una
vivienda de gente modesta, pulcra y hacendosa.
Las de Troya, acercandose al bordo de la azotea, miraron
atentamente a la casa vecina, e imponiendo silencio a los
[20] galanes, se retiraron luego a aquella parte del terrado, desde
donde nada se veia n
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