bien victima sin defensa que autora
[15] resuelta con actividad propia e iniciativa, le indujo a contenerse
y esperar. Sin esta sospecha, hubiera partido aquel
mismo dia. No tenia duda alguna de ser amado por Rosario,
mas era evidente que una presion desconocida actuaba
entre los dos para separarlos, y parecia propio de varon
[20] honrado averiguar de quien procedia aquella fuerza maligna,
y contrarrestarla hasta donde alcanzara la voluntad humana.
--Espero que la obstinacion de Rosario no durara mucho--dijo
a dona Perfecta disimulando sus verdaderos sentimientos.
[25] Aquel dia tuvo una carta de su padre, en la cual este se
quejaba de no haber recibido ninguna de Orbajosa, circunstancia
que aumento las inquietudes del ingeniero, confundiendole
mas. Por ultimo, despues de vagar largo rato solo
por la huerta de la casa, salio y fue al Casino. Entro en el,
[30] como un desesperado que se arroja al mar.
Encontro en las principales salas a varias personas que
charlaban y discutian. En un grupo desentranaban con
logica sutil dificiles problemas de toros; en otro disertaban
sobre cuales eran los mejores burros entre las castas de
Orbajosa y Villahorrenda. Hastiado hasta lo sumo, Pepe 85
Rey abandono estos debates y se dirigio a la sala de periodicos,
donde hojeo varias revistas sin encontrar deleite en
la lectura; y poco despues, pasando de sala en sala, fue a
[5] parar sin saber como a la del juego. Cerca de dos horas
estuvo en las garras del horrible demonio amarillo, cuyos
resplandecientes ojos de oro producen tormento y fascinacion.
Ni aun las emociones del juego alteraron el sombrio
estado de su alma, y el tedio que antes le empujara hacia
[10] el verde tapete, apartole tambien de el. Huyendo del
bullicio, dio con su cuerpo en una estancia destinada a tertulia,
en la cual a la sazon no habia alma viviente, y con
indolencia se sento junto a la ventana de ella, mirando
a la calle.
[15] Era esta angostisima y con mas angulos y recodos que
casas, sombreada toda por la pavorosa catedral, que al
extremo alzaba su negro muro carcomido. Pepe Rey miro
a todos lados, arriba y abajo, y observo un placido silencio
de sepulcro: ni un paso, ni una voz, ni una mirada. De
[20] pronto hirieron su oido rumores extranos, como cuchicheo
de femeniles labios, y des
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