ica: yo te amo mas aun que tu me amas; yo, que desciendo hasta un
mortal, siendo un espiritu puro. No soy una mujer como las que existen
en la tierra; soy una mujer digna de ti, que eres superior a los demas
hombres. Yo vivo en el fondo de estas aguas; incorporea como ellas,
fugaz y trasparente, hablo con sus rumores y ondulo con sus pliegues.
Yo no castigo al que osa turbar la fuente donde moro; antes le premio
con mi amor ... como a un mortal superior a las supersticiones del
vulgo, como a un amante capaz de comprender mi carino extrano y
misterioso.
Mientras ella hablaba asi, el joven, absorto en la contemplacion de su
fantastica hermosura, atraido como por una fuerza desconocida, se
aproximaba mas y mas al borde de la roca. La mujer de los ojos verdes
prosiguio asi:
--?Ves, ves el limpido fondo de ese lago, ves esas plantas de largas y
verdes hojas que se agitan en su fondo?... Ellas nos daran un lecho de
esmeraldas y corales ... y yo ... yo te dare una felicidad sin nombre,
esa felicidad que has sonado en tus horas de delirio, y que no puede
ofrecerte nadie.... Ven, la niebla del lago flota sobre nuestras
frentes como un pabellon de lino ... las ondas nos llaman con sus
voces incomprensibles, el viento empieza entre los alamos sus himnos
de amor; ven ... ven ...
La noche comenzaba a extender sus sombras, la luna rielaba en la
superficie del lago, la niebla se arremolinaba al soplo del aire, y
los ojos verdes brillaban en la obscuridad como los fuegos fatuos que
corren sobre el haz de las aguas infectas.... Ven ... ven ... estas
palabras zumbaban en los oidos de Fernando como un conjuro. Ven ... y
la mujer misteriosa le llamaba al borde del abismo, donde estaba
suspendida, y parecia ofrecerle un beso ... un beso ...
Fernando dio un paso hacia ella ... otro ... y sintio unos brazos
delgados y flexibles que se liaban a su cuello, y una sensacion fria
en sus labios ardorosos, un beso de nieve ... y vacilo ... y perdio
pie, y cayo al agua con un rumor sordo y lugubre.
Las aguas saltaron en chispas de luz, y se cerraron sobre su cuerpo, y
sus circulos de plata fueron ensanchandose, ensanchandose hasta
expirar[1] en las orillas.[2]
[Footnote 1: expirar. Becquer uses incorrectly the form _espirar_.]
[Footnote 2: "It was a maxim both in ancient India and ancient
Greece not to look at one's reflection in water.... They feared that
the water-spirits would drag the person's reflection or soul under
wa
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