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Desde la edad de veinticuatro anos, en que la chacha Ramoncica se quedo
huerfana y vivia en casa propia, sola, le hacian compania media docena
de gatos, dos o tres perros y un grajo, que poseia varias habilidades.
Tenia asimismo Ramoncica un palomar lleno de palomos, y un corral
poblado de pavos, patos, gallinas y conejos.
Una criada llamada Rafaela, que entro a servir a la chacha Ramoncica
cuando esta vivia aun en casa de sus padres, siguio sirviendola toda la
vida. Ama y criada eran de la misma edad y llegaron juntas a una extrema
vejez.
Rafaela era mas fea que la chacha, y, hasta por imitarla, permanecio
siempre soltera.
En medio de su fealdad, habia algo de noble y distinguido en la chacha
Ramoncica, que era una senora de muy cortas luces. Rafaela, por el
contrario, sobre ser fea, tenia el mas innoble aspecto; pero estaba
dotada de un despejo natural grandisimo.
Por lo demas, ama y criada, guardando siempre cada cual su posicion y
grado en la jerarquia social, se identificaron por tal arte, que se
diria que no habia en ellas sino una voluntad, los pensamientos mismos y
los mismos propositos.
Todo era orden, metodo y arreglo en aquella casa. Apenas se gastaba en
comer, porque ama y criada comian poquisimo. Un vestido, una saya, una
basquina, cualquiera otra prenda, duraba anos y anos sobre el cuerpo de
la chacha Ramoncica o guardada en el armario. Despues, estando aun en
buen uso, pasaba a ser prenda de Rafaela.
Los muebles eran siempre los mismos y se conservaban, como por encanto,
con un lustre y una limpieza que daban consuelo.
Con tal modo de vivir, la chacha Ramoncica, si bien no tenia sino muy
escasas rentas, apenas gastaba de ellas una tercera parte. Iba, pues,
acumulando y atesorando, y pronto tuvo fama de rica. Sin embargo, jamas
se sentia con valor de ser despilfarrada sino por empeno de su sobrino
Fadrique, a quien, segun hemos dicho, mimaba en competencia de la chacha
Victoria.
Don Diego andaba siempre en el campo, de caza o atendiendo a las
labores. Sus dos hijos, D. Jose y D. Fadrique, quedaban al cuidado de la
chacha Victoria y del P. Jacinto, fraile dominico, que pasaba por muy
docto en el lugar, y que les sirvio de ayo, ensenandoles las primeras
letras y el latin.
Don Jose era bondadoso y reposado, D. Fadrique un diablo de travieso;
pero D. Jose no atinaba hacerse querer, y D. Fadrique era amado con
locura de ambas chachas, del feroz D. Diego y del ya citado P. Jacinto,
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