vino y esta aqui por ti. iCuanto debo agradecerte que cargues con esta
culpa! Si yo no hubiera sido atrevida, si yo no hubiera animado a D.
Carlos, si yo hubiera tenido la severidad y el recato convenientes, no
me veria ahora en tan amargo trance. iAy, mi querida Lucia! El corazon
humano es un abismo de iniquidad ... y de contradicciones. ?Quieres
creer que, si por un lado me desespero de haber dado ocasion para que D.
Carlos haya venido persiguiendome, por otro lado me lisonjea, me encanta
que haya venido, y advierto que si no hubiera venido seria yo mas
desgraciada? En medio de todo... no lo dudes... yo soy muy mala. Estoy
avergonzada de mi hipocresia. Estoy enganando a mi madre, que es tan
perspicaz. Mi madre me juzga demasiado buena... y vela por mi, como el
avaro por su tesoro, cuando el tesoro esta ya perdido. No acierto a
decirtelo para que no te enojes, y, no obstante, quiero decirtelo. No
cumpliria con un deber de conciencia si no te lo dijese. La causa de
que mi madre me aparte de ti es tu tio. A mi me parecio un caballero muy
fino, y bueno; pero mi madre asegura ique horror! que no cree en Dios.
?Es posible ihija mia! que hiera el demonio con tan abominable ceguedad
los ojos de algunas almas? ?Se comprende que la copia, la imagen, la
semejanza, renieguen del original divino, que les presta el unico valor
y noble ser que tienen? Si ello es cierto, si el Comendador esta
obcecado en sus impiedades, armate de prudencia y pide al cielo que te
salve. Procura tambien traer a tu tio al buen camino. Tu tienes
extraordinario despejo y don de expresarte con primor y entusiasmo. El
Altisimo, ademas, se vale a menudo de los debiles para sus grandes
victorias. Acuerdate de David, mancebo, que era un pastorcillo sin
fuerzas, y vencio y derribo al gigante en el valle del Terebinto.
?Cuantas hermanas, hijas, madres y esposas no han logrado convencer a
sus descarriados maridos, hermanos, hijos o padres? A gloria parecida
debes aspirar tu, y Dios te premiara y te dara brio para alcanzarla. En
cuanto a mi, aun siendo tan nina, soy una miserable pecadora, y bastante
tarea tengo con llorar mis locuras y apaciguar la tempestad de
encontrados sentimientos que me destrozan el pecho. Dame la ultima y
mayor prueba de amistad. Persuade a D. Carlos de que no le amo. Dile que
se vuelva a Sevilla y me deje. Convencele de que soy fea, de que gusto
de D. Casimiro, de que mi ingratitud hacia el merece su desprecio. Yo
debiera haberle hablado e
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