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do el agua y la sombra, se refugian las aves en estos oasis de regadio, donde hay frescura y tupidas enramadas. Tales eran los sitios por donde paseaba el Comendador con las dos bonitas muchachas. Apenas salieron de la poblacion, tomaron la senda que llaman _del medio_. Ellas cogian flores, se deleitaban oyendo cantar los colorines o reian sin saber de que. El Comendador meditaba, sentia gran bienestar, gozaba de todo, aunque mas tranquilamente que ellas. Al llegar a sitio mas ancho, no ya a otra senda, sino a un camino, los tres, que, por ser la senda casi siempre estrecha, habian ido uno en pos de otro, se pusieron en la misma linea. Clara estaba en el centro. Lucia dijo entonces, dirigiendose a su tio: --Vamos, ya habra satisfecho V. su curiosidad. Esta es Clori. ?No es verdad que merece haber inspirado el idilio? Dona Clara, que si bien mas moza que Lucia, era mas reflexiva y grave, sintio que su amiga hubiese confiado a su tio aquel secreto, y no pudo reprimir las muestras de su disgusto, frunciendo el entrecejo, poniendose mas seria y tinendose al mismo tiempo de grana sus mejillas con la vergueenza y el enojo. Nada dijo Dona Clara, a pesar de ello; pero Lucia advirtio su disgusto y prosiguio de esta suerte: --No te ofendas Clarita. No me motejes de parlanchina. Mi tio me puso anoche entre la espada y la pared, y tuve que confesarselo todo. Tuve que disculparme y que disculpar a D. Carlos. A mi tio se le metio en la cabeza que el era el viejo rabadan y que yo era Clori. Ademas, mi tio es muy sigiloso y no dira nada a nadie. ?No es verdad tio? --Descuide V., senorita --respondio el Comendador, encarandose con Dona Clara, que se puso mas encarnada aun:-- nadie sabra por mi quien ha inspirado el idilio, que es, por cierto, precioso. El Comendador advirtio que Clara se tranquilizaba, si bien no acerto, con la turbacion, a pronunciar palabra alguna. Dona Lucia continuo: --iVaya si es precioso el idilio! Creame V., tio: desde Vicente Espinel hasta nuestra edad, Ronda no ha producido mas ingenioso poeta que nuestro amigo D. Carlos de Atienza, ilustre mayorazgo de la mencionada ciudad, el cual vive en Sevilla con sus padres, trata de tomar en aquella Universidad la borla de doctor en ambos Derechos, y ahora descuida bastante los estudios por seguir a Clori, que, desde Sevilla, se ha venido aqui de asiento con su familia, a quien V. sin duda conoce. --Sobrina, yo no se si tengo o no la honra de conoc
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