e,
--contesto Clara.
--Seria su inmediato heredero si Clara no viviese, --anadio Lucia, que
no dejaba por contar nada de cuanto sabia, cuando se hallaba entre
personas, como Clara y su tio, que le infundian tanta confianza y
carino.
Don Fadrique no llevo adelante la conversacion. Quedo callado y como
pensativo y melancolico.
En silencio continuaron, pues, paseando hasta que llegaron al
_nacimiento_. En mitad de un bosque de encinas y olivos, que pone
termino a las huertas, se alza un monte escarpado, formado de riscos y
penascos enormes, que parecen como suspendidos en el aire, amenazando
derrumbarse a cada momento.
Higueras bravias, jaras de varias especies, romero y tomillo, musgo,
retama y otras mil hierbas, plantas y flores, nacen en las hendiduras de
aquellas penas o cubren los sitios en que no esta pelada la roca viva, y
hallan alguna capa vegetal donde fijar y alimentar las raices.
Los penascos horadados abren paso a diversas grutas o cuevas en no pocos
sitios del cerro, a cuyo pie, mas bajo aun que el nivel del camino,
estan como socavadas las piedras, formando una gruta mayor y de mas
grande entrada que las otras. En el fondo de esta gruta, que se ve todo
sin penetrar alli, brota de una grieta, sin hiperbole alguna, un
verdadero rio. Por eso se llama aquel sitio el nacimiento del rio, o
sencillamente _el nacimiento_.
El agua que mana de entre las penas cae con grato estruendo en un
estanque natural, cuyo suelo esta sembrado de blanquisimas y redondas
piedrezuelas. Por aquel estanque se extiende mansa el agua, creando y
desvaneciendo de continuo circulos fugaces; mas, a pesar de los
circulos, son las ondas de tal transparencia, que al traves de ellas se
ve el fondo, aunque esta a mas de vara y media de profundidad, y en el
pueden contarse las guijas todas.
En la margen del pequeno lago crecen juncos, juncia, berros y otras
plantas acuaticas.
El estanque o lago llena la gruta y se dilata buen espacio fuera de
ella, reflejando el cielo en su cristal. A derecha y a izquierda hay dos
acequias, por donde el agua corre, dividiendose despues en infinitos
arroyuelos, y yendo a regar las mil y quinientas huertas que hacen del
termino de aquella pequena ciudad un verde y florido paraiso.
Como todo por aquellas cercanias es terreno quebrado, el agua baja a las
hondonadas con impetu brioso: a veces se precipita en cascadas, y a
veces pone en movimiento acenas, batanes y martinetes. No obstante,
cerca d
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