elado seno estiva llama;
Ni la rosa se atreve
A abrir el caliz entre escarcha y nieve.
No censurara yo que Galatea
Al ciclope adorase: la hermosura
Bien en la fuerza y el valor se emplea;
Bien con estrecho, carinoso nudo,
La hiedra cine firme tronco rudo.
Mas nunca a quien apenas
Sostener puede el peso de la vida
A llevar sus cadenas,
Si dulces, graves, el amor convida.
Huyen del mustio viejo las Camenas;
Si la flauta de Pan su labio toca,
Alli perece el desmayado aliento,
Sin convertirse en melodioso viento,
Y la risa del satiro provoca.
Con vacilante pie mal en el coro
De ninfas entra; y el alegre giro
Y canto de las Menades sonoro,
O con flebil suspiro,
O con dolientes ayes turba acaso;
Que, en el misterio de la santa orgia,
Ni el hierofante el tirso le confia,
Ni el llega hasta la cumbre del Parnaso.
iAy Clori! ?Que demencia te extravia?
Ya que por ti se pierde
Mi tierno amor, mi juventud lozana,
De frescas rosas y de mirto verde
No cinas ora una cabeza cana.
Trepa la vid al alamo frondoso,
Y a la punzante ortiga
Deja que adorne el murallon ruinoso.
?Que riesgo, que fatiga
No aceptara mi amor por agradarte?
Por ti en el bosque vencere las fieras;
Por ti el furor arrostrare de Marte;
Y el rey de las praderas,
Cuya bronceada frente
Arma ostenta terrible, que figura
De nueva luna el disco refulgente,
De mi garrocha dura
Sentira en la cerviz la picadura.
El rabadan, por la vejez postrado,
Tu solicito afan reclamaria,
iOh, Clori! mientras yo, por tu mandado,
Al abismo del mar descenderia,
Sus perlas para ver en tu garganta,
Y acosaria al lobo carnicero,
Su hirsuta piel con plomo o con acero
Ganando para alfombra de tu planta.
Alucinada ninfa candorosa,
Desecha ese delirio que te lleva
A ser del viejo rabadan esposa.
Pues ique! ?te he dado en balde tanta prueba
De amor? Ya ves que por seguirte dejo
El templo de Minerva y los verjeles
Por do Betis copioso se dilata.
De mis padres me alejo,
Y huyo tambien de mis amigos fieles
Para
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