Clori? --anadio en seguida.
--Clori es una linda senorita, muy amiga mia. Su madre vive con gran
recogimiento y no sale ni deja salir a su hija de noche. Por eso no ha
estado Clori de tertulia; pero es mi vecina, y su madre consiente en
que venga conmigo de paseo, en compania de mi madre. Si manana quiere V.
ser nuestro acompanante, iremos a las huertas, a las diez, despues del
almuerzo, por sendas en que haya sombra. Clori vendra, y V. conocera a
Clori.
--Ire con mucho gusto.
--iAh, tio! Por amor de Dios, que no se le escape a V. lo de que D.
Carlos esta enamorado de mi amiga y lo de que ella es Clori. Mire V. que
es un secreto. Nadie mas que yo lo sabe en la poblacion. Hay que tener
mucho recato, porque los padres de ella no quieren mas que a D. Casimiro
y nada traslucen del amor de D. Carlos. Yo se lo he confiado a V. para
que no fuese V. a creer que yo era Clori y que sin razon de ningun
genero habiamos convertido a V. en viejo rabadan enclenque, a fin de dar
motivo a los versos.
--Quedo satisfecho, muchacha, y no dire nada. Te aseguro ya que me
interesa tu amiga Clori y que tengo curiosidad de verla.
De esta suerte, de improviso, vino D. Fadrique a tener, apenas llegado,
un secreto con su sobrina, y a figurar en intrigas y lances de amor.
Pensando en ello, se retiro a su cuarto, como los demas se retiraron
cada cual al suyo, y durmio hasta las ocho de la manana, mejor que un
mozo de veinte anos.
VIII
Dona Antonia amanecio con un tremendo jaquecazo, enfermedad a que era
muy propensa. Tuvo, pues, que guardar cama y no pudo acompanar a paseo a
su hija Lucia; pero, como el mal no era de cuidado, y ya Lucia tenia
concertado el paseo con su amiga, se decidio que el Comendador las
acompanase.
La amiga de Lucia vivia en la casa inmediata. Un muro separaba los
patios de una casa y otra. A la hora convenida, en punto de las nueve y
media, pronta ya Lucia para salir y con su tio al lado, grito desde el
patio, al pie del muro:
--Clara (asi se llamaba Clori en la vida real), ?estas ya lista?
No se hizo aguardar la contestacion.
Oyose primero la voz de una criada que decia:
--Senorita, senorita, Dona Lucia esta llamando a su merced.
Un momento mas tarde sono en el patio contiguo una voz argentina y
simpatica, que respondia:
--Alla voy; sal a la calle; ?para que he de entrar en tu casa?
Salieron D. Fadrique y Dona Lucia, y hallaron ya a Dona Clara en la
puerta.
El Comendador, a pesar
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