or que habia de ser disparate?
--Porque nada de aquello me conviene: porque yo no soy Clori.
--Bien pudieras serlo. El poeta no describe a Clori. Afirma vaga e
indeterminadamente que Clori es bella, y tu eres bella.
--Gracias, tio; V. me favorece.
--No; te hago justicia.
--Sea como V. guste. Pero digame V., ?de donde sacamos a mi viejo
rabadan? porque yo no doy con el.
--Pues mira, yo crei haberle encontrado.
--?Como, tio, si no estaba en la tertulia mas que el senor cura?
--Y yo, ?no soy nadie?
--?Que quiere V. decir con eso?
--Quiero decir que tengo cincuenta anos, que te llevo treinta y dos, y
que no estoy loco para aspirar a que me quieran; pero los poetas fingen
lo que se les antoja, y el barbilindo de D. Carlos puede haber levantado
esa maquina de suposiciones absurdas para escribir su idilio. En tal
caso, no esta muy conforme con la verdad todo aquello de que el viejo
rabadan no puede ya con sus huesos, ni baila, ni corre, ni guerrea, ni
es capaz de cazar lobos como el zagal. Con mi medio siglo encima, me
apuesto a todo con el tal D. Carlitos. Todavia, si me pongo a bailar el
bolero, estoy seguro de que he de bailarle mejor que cuando mi padre me
hizo que le bailara a latigazos. Y en punto a pulmones y a resuello, no
ya para encaramarme al Parnaso corriendo detras de las bacantes, no ya
para tocar todas las flautas y clarinetes del mundo, sino para mover las
aspas de un molino, entiendo que tengo de sobra.
--Pero, tio, si D. Carlos no ha sonado en V. ni ha pensado en mi.
--Vamos, muchacha, no seas hipocritilla. A mi se me ha metido en la
cabeza que ese chico te quiere, que ha sabido que yo venia a pasar aqui
un mes, que ha oido decir que yo era viejo, y, con estos datos, el
insolente ha supuesto lo demas.
Don Fadrique decia todo esto con risa, para embromar a su sobrina; y,
aunque dudoso de su recelo, algo picado de la desvergueenza del poeta,
que por otra parte no habia dejado de caerle en gracia.
--Tio --dijo por ultimo Lucia con la mayor gravedad que pudo,-- V. no es
el viejo rabadan. El viejo rabadan es de Villabermeja como V.: hace dos
anos que esta establecido aqui, y merece, en efecto, las calificaciones
que le prodiga el poeta, porque esta muy asendereado y estropeado. El
viejo rabadan se llama D. Casimiro. V. debe de conocerle.
--iYa lo creo! iY vaya si le conozco! --dijo el Comendador recordando a
su antiguo adversario y victima de la ninez.
--Pero entonces, ?quien es
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