cion, desenganarse un poco de su
liberalismo y dudar de sus teorias de constante progreso.
En Madrid vivio, por ultimo, dos anos, y tambien se desengano de
muchisimas cosas.
Entrado ya en los cincuenta de su edad, aunque sano y bueno, y
apareciendo en el semblante, en la robustez y gallardia del cuerpo, y en
la serenidad y viveza del espiritu mucho mas joven, le entro la
nostalgia de que padecen casi todos los bermejinos, y tomo la
irrevocable resolucion de retirarse a Villabermeja para acabar alli
tranquilamente su vida.
Las cartas que escribio a su hermano D. Jose y a la chacha Ramoncica,
que vivian aun, anunciandoles su vuelta definitiva y para siempre,
fueron breves, aunque muy carinosas. En cambio, escribio al P. Jacinto
una extensa carta, que se conserva aun y que debe ser trasladada a este
sitio. La carta es como sigue:
V
Mi querido P. Jacinto: Ya sabra V. por mi hermano y por la chacha
Ramoncica que estoy decidido a irme a ese lugar a acabar mi vida donde
pase los mejores anos y los mas inocentes de ella (ibuena inocencia era
la mia!), jugando al hoyuelo, a las chapas, al salto de la comba y
algunas veces al cane, y andando a pedradas y a mojicones con mis
coetaneos y compatricios.
Entonces estaba yo cerril; pero ya V. se hara cargo de que me he pulido
bastante peregrinando por esos mundos, y de que ahora son otras mis
aficiones y muy diversos mis cuidados. Los frailes companeros de V. no
tendran ya necesidad de amenazarme con los Toribios.
Mi estancia en el lugar no traera perturbacion alguna; antes, por el
contrario, yo me lisonjeo de que reporte algunas ventajas. He hecho
dinero y empleare ahi mucha parte en fomentar la agricultura. El vino que
ahi se produce es abominable y puede ser excelente. Trabajando se
lograra hacerle potable y bueno.
Sonando estoy con las agradables veladas que vamos a pasar en el
invierno, jugando a la malilla y al tute, disputando sobre nuestras no
muy concordes teologias, y refiriendo yo a V. mis aventuras en el Peru,
en la India y en otras apartadas regiones.
Se que V., a pesar de los anos, esta firme como un roble, por lo cual me
prometo que ha de dar conmigo largos paseos a caballo y a pie, y ha de
acompanarme a cazar perdices. Tengo dos magnificas escopetas inglesas,
que compre en Calcuta, y con las cuales he cazado tigres, tan grandes
algunos de ellos como borricos. Ya vera V. que bien le va tirando con
cualquiera de estas escopetas a las pacificas y
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