me
ayudas?...
Torrebianca la miro con una expresion de asombro.
--Te he dado tanto dinero... itanto! Pero todo el que cae en tus manos
se desvanece como el humo.
Se indigno Elena, contestando con voz dura:
--No pretenderas que una senora _chic_ y que, segun dicen, no es fea,
viva de un modo mediocre. Cuando se goza el orgullo de ser el marido
de una mujer como yo hay que saber ganar el dinero a millones.
Las ultimas palabras ofendieron al marques; pero Elena, dandose
cuenta de esto, cambio rapidamente de actitud, aproximandose a el para
poner las manos en sus hombros.
--?Por que no le escribes a la vieja?... Tal vez pueda enviarnos ese
dinero vendiendo alguna antigualla de tu caseron paternal.
El tono irrespetuoso de tales palabras acrecento el mal humor del
marido.
--Esa vieja es mi madre, y debes hablar de ella con el respeto que
merece. En cuanto a dinero, la pobre senora no puede enviar mas.
Miro Elena a su esposo con cierto desprecio, diciendo en voz baja,
como si se hablase a ella misma:
--Esto me ensenara a no enamorarme mas de pobretones... Yo buscare ese
dinero, ya que eres incapaz de proporcionarmelo.
Paso por su rostro una expresion tan maligna al hablar asi, que su
marido se levanto del sillon frunciendo las cejas.
--Piensa lo que dices... Necesito que me aclares esas palabras.
Pero no pudo seguir hablando. Ella habia transformado completamente la
expresion de su rostro, y empezo a reir con carcajadas infantiles, al
mismo tiempo que chocaba sus manos.
--Ya se ha enfadado mi coco. Ya ha creido algo ofensivo para su
mujer... iPero si yo solo te quiero a ti!
Luego se abrazo a el, besandole repetidas veces, a pesar de la
resistencia que pretendia oponer a sus caricias. Al fin se dejo
dominar por ellas, recobrando su actitud humilde de enamorado.
Elena lo amenazaba graciosamente con un dedo.
--A ver: isonria usted un poquito, y no sea mala persona!... ?De veras
que no puedes darme ese dinero?
Torrebianca hizo un gesto negativo, pero ahora parecia avergonzado de
su impotencia.
--No por ello te querre menos--continuo ella--. Que esperen mis
acreedores. Yo procurare salir de este apuro como he salido de tantos
otros. iAdios, Federico!
Y marcho de espaldas hacia la puerta, enviandole besos hasta que
levanto el cortinaje.
Luego, al otro lado de la colgadura, cuando ya no podia ser vista, su
alegria infantil y su sonrisa desaparecieron instantaneamente. Paso
por sus pu
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