orrido algunos
centimetros; dos o tres rocas se han desprendido de la pared para caer
en el movible campo de hielo; se ha ensanchado algo mas el arroyo que se
lleva las aguas procedentes de la fusion, y los guijarros mas numerosos
tropiezan unos con otros con mayor estruendo en el cauce. Lo demas
conserva su acostumbrada apariencia. En ninguna parte parece llevar
adelante con mayor lentitud la naturaleza su obra de perpetua
renovacion.
Y, sin embargo, esas transformacionillas de cada dia, de cada minuto,
acaban por producir cambios inmensos en el aspecto de la tierra,
verdaderas revoluciones geologicas. Esos cascotes, esos fragmentos de
roca que caen de las quebraduras superiores al cauce de hielo, se
amontonan poco a poco al pie de las paredes como enormes murallas de
piedra; caminan lentamente con la masa helada que los lleva, pero otros
escombros, desprendidos de los mismos lados de la montana, ocupan el
lugar que han dejado aquellos. Asi es que largos convoyes de rocas,
desordenadamente hacinadas, siguen el andar del ventisquero. Sumanse al
rio de hielo rios de piedras que bajan de todo derruido promontorio, de
todo circulo surcado por el alud.
Llegado a la salida de los altos desfiladeros, en una zona de
temperatura mas suave, el ventisquero no puede continuar en estado
cristalino: se convierte en agua y suelta su carga de piedras. Todas
estas se desploman, formando caos inmenso, como una barricada en el
valle; y en la extremidad de muchos ventisqueros se ven verdaderas
montanas de piedras mal sostenidas en sus escarpas. Si despues de una
larga serie de anos de nieve se hincha y se alarga la masa del
ventisquero, volvera a coger esas montanas de piedras y las llevara mas
lejos. Cuando despues, y bajo la influencia de mas benigna temperatura
de inviernos menos prodigos en nieve se funda el ventisquero en toda su
parte inferior dejando vacios la oquedad de roca que le servia de cauce,
el hacinamiento de penascos, libre de la presion que le empujaba hacia
adelante, quedara aislado a cierta distancia del ventisquero; detras de
el se vera la piedra desnuda, lisa, cepillada por el enorme peso que
recientemente la cubria y sembrada en algunos sitios del barro rojizo
producido por los guijarros y el casquijo que se estrellaron en ella.
Otro hacinamiento de escombros se formara poco a poco delante de la
escarpa del ventisquero.
Pues bien; a enormes distancias del valle, que pueden medirse, pasado
este, por decenas de
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