tiak, despues de haberle dado el ultimo golpe y haberlo tendido,
cubierto de sangre en la nieve, se arrodilla ante el cadaver para
implorar su perdon y le dice: "Te he matado, pero teniamos hambre mi
familia y yo, y eres tan bueno, Dios mio, que habras de perdonar mi
crimen." Sin embargo, no nos hace a nosotros el efecto de un dios, pero
parece honrado, candido y benevolo. iQue bien practica las virtudes
familiares! iQue bueno es para sus cachorros, y que alegres, saltarines
y caprichosos son estos! Las costumbres patriarcales de que con tanto
encomio se nos habla, hay que ir a buscarlas a la caverna del oso o a su
enorme nido, comodamente tapizado de musgo. Verdad es que el animal da
de cuando en cuando algun mordisco a los carneros del pastor, pero
generalmente es la misma sobriedad. Se contenta con mascar hojas, pacer
arandanos, saborear panales de miel: a veces se arriesga a bajar a la
playa para ir a comer tranquilamente uvas y peras en la planta que las
produce.
Tsendi, naturalista suizo, afirma bajo palabra de honor que si el buen
animal se encuentra en el camino a alguna chica con su cesto de fresas,
se conforma con colocar delicadamente la pata en el cesto para pedir su
parte. Y cuando entra al servicio del hombre es servicial y magnanimo:
tiene buen humor y desdena las injurias. Siento mucho, sin poderlo
remediar, que desaparezca de nuestras montanas el oso, cuyas patas suele
clavar orgullosamente el cazador en la puerta del horreo. Quedara
suprimida la raza, pero creo que, con mas inteligencia, se hubiera
podido domesticar asociandole a nuestras labores.
En cambio nadie echara de menos al lobo cuando haya desaparecido
completamente de la montana. Ese si que es un bicho sanguinario,
perfido, malefico, cobarde y vil por todos cuatro costados. No piensa
mas que en desgarrar a la victima y en beberse la sangre que brota
caliente de la herida. Todos los animales le odian, y a todos los odia
el, pero no se atreve a atacar mas que a los debiles o a los heridos.
Solo el frenesi del hambre puede impulsarle a meterse con otro mas
fuerte. En cambio se apresura a lanzarse sobre la presa ya caida, sobre
un enemigo que no puede defenderse. Hasta cuando un lobo acaba de caer,
vivo todavia, herido por la bala del cazador, arrojanse todos sus
companeros sobre el para rematarlo y disputarse sus restos. Roma la
sangrienta ha dejado recuerdo cargado con todas las maldades
imaginables: arraso ciudades a millares, destrozo homb
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