avia mucho tiempo habia alli guerra permanente, y que a cada
momento habia que temer ataques de senores o de bandoleros. No hay casas
aisladas en las pendientes indefensas; todos los tugurios, semejantes a
carneros espantados por la borrasca, se han reunido en un solo grupo,
vasto monton de piedra. Desde abajo parece aquello una continuacion de
la roca, una escotadura de la cima, ora deslumbrante de claridad, ora
ennegrecida por la sombra. Subese alli por senderos vertiginosos que
diariamente tienen que bajar los aldeanos para cultivar sus campos, y
que tienen que subir de nuevo todas las noches, despues del largo
trabajo diario. Una sola puerta da entrada al pueblo, y en las torres
laterales quedan aun huellas del rastrillo y de otros medios de defensa;
ninguna ventana se abre sobre la inmensa extension de los valles
cercanos. Las unicas aberturas son las aspilleras por donde pasaban en
otro tiempo los venablos o los canones de los fusiles. Aun hoy, los
descendientes de aquellos desgraciados, sitiados de generacion en
generacion, no se atreven a construir sus habitaciones en medio del
campo. Podrian hacerlo, pero la costumbre (la mas obedecida de todas las
tiranias) los tiene encerrados en la antigua carcel.
Libres eran los altos valles de la montana, libres los montaneses, pero
fuera de los pasos estrechos donde nunca se arriesgan impunemente los
agresores. Un promontorio casi aislado sostenia el castillo del baron.
Desde alla arriba, el bandolero ennoblecido por sus propios crimenes y
los de sus antepasados podia vigilar las llanuras cercanas y los
barrancos y desfiladeros de la montana. Como una serpiente enroscada en
una pena yergue la inquieta cabeza para acechar un nido lleno de
pajarillos, el bandolero observa desde lo alta de la torre del homenaje:
no se atreve a atacar a los montaneses en su valle, pero esta seguro de
sorprender y cautivar a los que se arriesguen por la llanura.
El castillo del noble desvalijador de caminantes esta hoy arruinado. Un
sendero pedregoso, obstruido por los zarzales, ha sustituido el camino
por donde los guerreros hacian caracolear a sus alegres caballos al
emprender la marcha, por donde subian los mercaderes encadenados y los
mulos cargados de botin. En el sitio donde estuvo el puente levadizo se
ha cegado el foso con piedras, y despues el viento y los pies de los
transeuntes le han llevado un poco de tierra vegetal, donde han
arraigado saucos. Los muros estan casi todos derruid
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