nos
sencillos de mil cabezas, miraban asi hacia las montanas; veian en ellas
a las divinidades, o a lo menos sus tronos apareciendo y ocultandose
alternativamente bajo el cambiante velo de los celajes. En aquellas
montanas veian casi todos el origen de su raza; alli juzgaban que
residian sus tradiciones y sus leyendas; alli esperaban la futura
realizacion de sus ambiciones y de sus suenos; de alli suponian que
habia de bajar el salvador, el angel de la gloria o de la libertad. Tan
importante era el papel de las altas cumbres en la vida de las naciones,
que se podria relatar la historia de la humanidad por el culto de los
montes. Son estos como grandes hitos de etapas colocados de distancia en
distancia en el camino de los pueblos.
En los valles de las grandes montanas del Asia central dicen los sabios
que fue donde aquellos antepasados nuestros, a quienes debemos los
idiomas europeos, llegaron a constituirse por vez primera en tribus
cultas, y en la base meridional de las montanas mas altas del mundo es
donde viven los indios, aquellos arios a quienes su antigua civilizacion
concede una especie de derecho de primogenitura. Sus cantos de otros
tiempos no dicen con que sentimiento de adoracion celebraban las
"ochenta y cuatro mil montanas de oro" que ven alzarse banadas en luz
por encima de bosques y llanuras. Para muchos de ellos, los enormes
montes del Himalaya, de nevada cumbre, de grandes rios de hielo, son los
mismos dioses en el pleno goce de sus fuerzas y de su majestad. El
Gaurisankar, cuyo vertice perfora el cielo, y el Chamalari, menos alto
pero mas colosal, en apariencia, por su aislamiento, son doblemente
adorados, como la Gran Diosa unida al Gran Dios. Aquellos hielos son el
lecho de cristal y de diamante; aquellas nubes de oro y purpura son el
velo sagrado que los rodea. Alla en lo alto esta el dios Siva, que
destruye y crea: alli tambien la diosa Chama, la Gauri, que concibe y
pare. De ella descienden los rios, las plantas, los animales y los
hombres.
En aquella prodigiosa selva de las epopeyas y tradiciones indostanicas,
han germinado otras leyendas relativas a las montanas del Himalaya y
todas nos las muestran viviendo con vida sublime, ya como diosas, ya
como madres de continentes y pueblos. Tal es la poetica leyenda que nos
describe a la tierra como una gran flor de loto cuyos petalos son las
penunculas extendidas sobre el Oceano y cuyos estambres y pistilos son
las montanas de Meru, generatrices de
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