remente en
todo su furor o cuando encuentra algo que sirva de obstaculo a su
violencia. A la salida de los callejones en que se abisman las
tempestades, hay pendientes tan barridas por su aspero aliento, que
arboles y arbustos se detienen ante el, como se pararian ante una
muralla de hielo. En otras partes varia la vegetacion segun lo escarpado
de las fragosidades. En los acantilados verticales no hay mas que
musgos: unicamente las malezas pueden agarrarse a las inclinadas paredes
de los precipicios. Si la pendiente es menos rapida, pero aun
inaccesible para el hombre, se arrastran los arboles entre las rocas y
se agarran a las hendiduras con sus raices; en las planicies se
enderezan, en cambio, los tallos y se extiende el follaje. Varia la
esencia de los arboles generalmente tanto como su altura. Donde la
diferencia de las pendientes fue originada por la de las hiladas
roquizas que los agentes atmosfericos han atacado con desigualdad,
ofrece la montana una sucesion de escalones paralelos de vegetacion del
efecto mas extrano. Piedras y plantas cambian a la vez en regulares
alternativas.
De todos los contrastes de vegetacion, el mas importante en su conjunto
es el que produce la diferencia de exposicion a los rayos solares. Al
penetrar en un valle regular, dominado por uniformes vertientes, una al
Norte y otra al Mediodia, puede verse cuanto modifica la vegetacion en
ambas pendientes la diferencia de luz y de calor; a veces es absoluto el
contraste y presenta dos regiones terrestres que parecen hallarse a
centenares de leguas una de otra. A un lado estan los arboles frutales,
los cultivos, las praderas opulentas: enfrente no hay campos ni
jardines: no se ven mas que bosques y pastos. Hasta las selvas que
crecen una frente a otra en las dos vertientes, encierran especies
diversas. Alla arriba, bajo la palida claridad que refleja el cielo del
Norte, hay abetos de ramas obscuras: a la claridad vivificadora del
mediodia, viven tan a gusto como en una espaldera los alerces de
delicado verdor. Como las plantas que buscan para florecer los rayos del
sol, el hombre ha elegido para morada suya las pendientes que miran al
Mediodia. Por aquel lado las casas estan contiguas al camino en linea
casi continua, y las queseras se esparcen como rocas grises en los altos
pastos. Sobre la vertiente fria que esta enfrente solo se ve alguna
casuca albergada en los pliegues de un barranco.
Las pendientes de la montana son diferentes por el
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