por las masas con que le alimenta continuamente la
nieve superior, el ventisquero sigue resbalando sobre el fondo, tanto si
la pendiente es muy suave, como si lo forma una sucesion de precipicios.
Sin embargo, como el hielo no tiene la flexibilidad ni la fluidez del
agua, verifica con una especie de barbara torpeza todos los movimientos
que le impone la naturaleza del suelo. En las cataratas no sabe
sumergirse en una extension lisa como la corriente de agua, sino que,
siguiendo las desigualdades del fondo y la cohesion de los cristales de
hielo, se quiebra, se hiende, se recorta en pedazos que diversamente se
inclinan, se caen unos sobre otros, se truecan en obeliscos caprichosos,
en torrecillas, en fantasticos grupos. Hasta donde el fondo de la
inmensa ranura tiene inclinacion regular, se diferencia la superficie
del ventisquero de la corriente igual del rio. El roce del hielo contra
los bordes no la riza en ondas semejantes a las de la ola en la ribera,
sino que la quiebra y la parte en grietas que se cruzan en un laberinto
de abismos.
En invierno, y hasta cuando la primavera ha renovado ya el adorno de las
praderas inferiores, muchas grietas estan ocultas por espesas masas de
nieve que se extienden en capas continuas sobre la superficie del
ventisquero. Entonces, si no ha ablandado la nieve el calor del sol, es
facil viajar por encima de la boca de los abismos ocultos; el viajero
los desconoce, como desconoce las grutas abiertas en el espesor de la
montana. Pero la vuelta anual del verano funde poco a poco las nieves
superficiales. El ventisquero que no deja de andar, y cuya hendida masa
vibra con estremecimiento continuo, sacude el manto de nieve que lo
cubre: aqui y alla se hunden las bovedas y caen en grandes trozos en las
profundidades de las grietas. Muchas veces no quedan mas que estrechos
puentes por los que no se anda sin haber probado con el pie la solidez
de la nieve.
Entonces es cuando mas de un ventisquero es peligroso de atravesar por
la anchura de las hendiduras que se verifican hasta lo infinito. Desde
los bordes de la sima se ven a veces en su interior capas superpuestas
de un azulado hielo que fue antes nieve, separadas por fajas negruzcas,
resto de los residuos que cayeron de la cupula nevada. Otras veces, el
hielo, claro y homogeneo en toda su masa, parece un solo cristal.
Se ignora la profundidad del pozo. Las tinieblas y un reborde del hielo
no dejan llegar a la mirada hasta las rocas del
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