y
Aretusa. Es cierto que estas fuentes son hermosas, pero me parecian mil
vecen mas encantadoras al recordar que muchos millones de hombres ya
desaparecidos, las habian admirado como yo: una especie de piedad filial
me hacia participar de los sentimientos de todos aquellos, que desde el
juicioso Ulises, se habian detenido al borde de esas aguas para
satisfacer su sed, o tan solo para contemplar la profundidad azul y la
cristalina corriente. El recuerdo de los pueblos que se habian unido
alrededor de esas fuentes, y cuyos palacios y templos se habian
reflejado temblando sobre la rizada superficie, se mezclaba para mi con
el murmullo de la fuente saliendo fuera de su carcel calcarea o de lava.
Los pueblos han sido destruidos; diversas civilizaciones se han sucedido
con su flujo y reflujo de progreso y decadencia; pero la fuente, con su
voz clara, no cesa un instante de contar la historia de las antiguas
ciudades griegas: mas aun que la grave historia, las fabulas con las que
los poetas han adornado la descripcion de las fuentes, sirven en
nuestros dias para resucitar ante nosotros las pasadas generaciones. El
riachuelo Acis que festejaban Galatea y las ninfas del bosque y que el
gigante Polifemo medio enterro entre las rocas, nos habla de una
erupcion del Etna, el gigante terrible, con la mirada de fuego,
encendida sobre la como el ojo fijo del Ciclope; Cifanelo o el Azulado
que se coronaba de flores cuando el negro Platon vino a llevarse a
Proserpina para abismarse con ella en las cavernas del infierno, nos
hace aparecer los dioses jovenes en la epoca de sus amores con la tierra
virgen todavia; la encantadora Aretusa que la leyenda nos dice haber
venido de Grecia nadando a traves de las olas del mar Jonico, siguiendo
la estela de las embarcaciones doricas, nos cuenta la emigracion de los
colonos griegos en su marcha gradual de progreso hacia Occidente. Alfeo,
el rio de Olimpia, corriendo en persecucion de la bella Aretusa, habia
tambien salvado el mar y mezclado sus aguas, en las costas de Sicilia,
con la onda adorada de la fuente. Segun dicen los marinos, se ve a veces
al Alfeo levantarse sobre el mar en grandes borbotones, cerca de los
muelles de Siracusa, y en su corriente arremolina las hojas, las flores
y los frutos de Grecia. La naturaleza entera, con sus aguas y sus
plantas, habia seguido al heleno a su nueva patria.
Mas cerca de nosotros, en el Mediodia de Francia, pero tambien sobre
esas vertientes del Mediter
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