nte el verano, cuando sus aguas
estan en el mas bajo nivel y se arrastran lentamente por entre matas de
hierbas aromaticas medio secas, no cesa de trabajar para cambiar su
cauce, y renovar, en la medida de sus fuerzas, el aspecto de la
naturaleza. Si no es en los puntos donde el hombre interviene para
regularizar la pendiente, limpiar el fondo y reemplazar las orillas de
tierra friable por empalizadas y diques de piedra, el arroyo, siempre
deseoso de cambio, halla el medio de destruir poco a poco sus margenes
para reconstruirlos nuevamente. Hasta en los sitios donde las murallas
lo han dominado, al parecer, no cesa su trabajo de reforma: ataca a la
piedra, roe lentamente sus cimientos, mina los asientos, y, en un
momento dado, hunde la muralla y queda libre errando por los campos.
Esas incesantes transformaciones de sus riberas, las realiza el arroyo
por virtud de un doble trabajo; de un lado, derriba, llevandose granos
de arena, moleculas de arcilla, fragmentos desmenuzados de roca y trozos
de raiz corroidos por la corriente; de otro, edifica, depositando todos
esos restos en una capa que se eleva poco a poco sobre el fondo del
agua. Asi, la corriente, enturbiada por el aluvion de que se carga en su
carrera, trabaja sin cesar para clarificarse nuevamente, y cuando su
curso se detiene, se filtra.
Pocos espectaculos son mas interesantes que el de esas nubes de
aluviones que arrastra la corriente: ocultan el fondo con su suciedad,
pero poco a poco se aligera el color amarillento o rojizo y poco
despues no son mas que brumas casi imperceptibles que se desvanecen
inmediatamente recobrando el agua toda su limpidez.
En los remansos donde el agua da vueltas con lentitud, la purificacion
se realiza a la vez que en el fondo en la superficie; los restos de
limo, las hojas, las raices, las branchas mojadas caen al fondo y se
depositan en bancos de cieno; en la superficie las simientes, el polen
de las plantas y las substancias organicas en descomposicion, se
amontonan en capas grises que aumentan incesantemente los copos de
espuma, llegando en islas, islotes y archipielagos diseminados.
Alrededor de esta capa, bastante espesa para ocultar la profundidad de
las aguas, se extiende una pelicula transparente de excesiva delgadez,
formada por substancias grasosas de origen animal o vegetal. Por el
reflejo de la luz, esta pelicula brilla con todos los tonos del arco
iris, flotando sobre las aguas como vela de oro, de purpura y azul
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