n la ropa se enjuga el agua fria que las
paredes rezuman. Por fin se aborda una cornisa, se descansa un poco en
ella para tomar aliento y equilibrio, y luego se lanza nuevamente en el
vacio para descansar mas tarde sobre el fondo de tierra firme.
Yo recuerdo sin alegria mi estancia durante algunos instantes en el
fondo del abismo. Mis pies, estaban dentro del agua; el aire era frio y
humedo; la roca estaba cubierta de una especie de pasta resbaladiza de
arcilla diluida; una sombra siniestra me rodeaba y un resplandor tibio,
vago reflejo de la luz del dia, me revelaba solamente algunas formas
indecisas y una gruta llena de arrogantes protuberancias. A pesar mio,
mis ojos se dirigian hacia la zona iluminada que aparecia redonda sobre
la boca de la sima; miraba con amor la guirnalda de verdura que adornaba
el borde del pozo, las grandes ramas con su follaje superpuesto, que los
rayos del sol doraban alegremente, y los pajaros lejanos volando con
libertad por el azul del cielo. Tenia vehementes deseos de volver a la
luz; di el grito de aviso y mis companeros me sacaron fuera del pozo,
ayudados por mi, que ascendia apoyando mis pies en las sinuosidades de
las rocas.
Como candido joven, me creia un gran heroe por haber realizado el
pequeno descenso a los "infiernos", a unos treinta metros de
profundidad, y buscaba en mi cabeza algunas rimas para el poeta que se
aventura a bajar al fondo de un abismo para sorprender la sonrisa de una
ninfa encantada, mientras olvidaba a los verdaderos heroes, que, sin
recitar jamas versos por sus frecuentes entrevistas con las divinidades
subterraneas, se relacionan con ellas durante dias y semanas enteros.
Estos son los que conocen bien el misterio de las aguas ocultas. Al lado
de sus cabezas, la pequena gota, suspendida de las estalactitas de la
boveda, brilla como un diamante a la luz de sus lamparas, y cae sobre el
pequeno charco estancado, produciendo un ruido seco que repercute el
eco de las galerias. Pequenas corrientes de agua, formadas por ese
destilamiento de gotas, corren bajo sus pies, y formando regueros y mas
regueros se dirigen hacia la balsa de recepcion, donde la bomba a vapor,
parecida a un coloso encadenado, sumerge alternativamente sus dos brazos
de hierro, lanzando prolongados gemidos a cada esfuerzo. Al ruido de las
aguas de la mina se mezcla a veces el sordo rumor de las aguas
exteriores que un desgraciado golpe de pico puede hacer inundar
repentinamente la galeria. M
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