o sin pena,
consigo pasar por el desfiladero asiendome de algunas ramas que se mecen
sobre mi cabeza. El hilo de agua o la columna liquida, segun la fuerza
del arroyo periodico, murmura dulcemente o ruge con estrepito por el
estrecho corredor resbalandose rapidamente por una sucesion de grados;
luego, al pie de la caida, ha formado una especie de cubo, ancha balsa
donde las piedras arrastradas ruedan empujadas por la presion de las
aguas. Despues de haber pasado el desfiladero, encuentro aun algo que
fueron islas en otro tiempo, curvas, rapidas corrientes, cascadas: hasta
encuentro fuentes extinguidas que reconozco por la humedad de la arena y
las fisuras rocosas. El borde desde donde se lanza una cascada lo forman
dos raices enlazadas, sujetas solo por un lado, encrustadas en la
arcilla.
En este barranco, en el cual penetramos con alegria para contemplar en
un pequeno espacio el cuadro de la naturaleza libre y para huir del
aburrimiento de los campos cultivados con barbara monotonia, una
multitud de animalejos de varias especies, refractarios como nosotros al
exterior, penetran tambien buscando un refugio contra el hombre,
inflexible perseguidor; desgraciadamente, el tenaz cazador los persigue
hasta este retiro, a pesar de las zarzas y las raices. Las tierras
recientemente removidas, los negros agujeros practicados en las paredes
de la orilla, nos revelan el sitio donde se ocultan los conejos y los
zorros; al notar nuestra presencia, las serpientes enroscadas
desenrrollan rapidamente sus circulos y desaparecen en la espesura; las
lagartijas, mas rapidas, corren haciendo crugir las hojas caidas; los
insectos saltan sobre la arena o se balancean por las hierbas. En las
ramas de los arbustos se ven nidos de pajaros: todo un mundo de
fugitivos puebla este asilo, en donde se encuentra abrigo y comida.
Y es que, en efecto, dentro de este pequeno barranco, de algunos metros
de ancho, la vegetacion es muy variada; una multitud de plantas de
origen y altitud diversos se encuentra aqui reunida, mientras que en los
campos vecinos la uniformidad del terreno cultivado deja germinar
apenas, ademas de la simiente arrojada por el campesino, hasta cuatro o
cinco "malas hierbas", trivial adorno de los campos arados. En esta
estrecha hendidura, invisible de lejos, a no ser por la verdura de sus
orillas, todas las cualidades del suelo, todos los contrastes de sequia
y humedad, todas las diferencias de la sombra y el sol se encuentran e
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