nuandome por debajo de las protuberancias de la
boveda, observo todos los confluentes de los arroyuelos en miniatura, y
remonto los imperceptibles hilos de agua, hasta que convertido en atomo,
llego por fin al punto donde la primera gota de agua rezuma en la
piedra.
No obstante, sin convertirnos en genios como hacian nuestros antepasados
en los tiempos fabulosos, podemos, paseando tranquilamente por los
campos cultivados o las aridas lomas, reconocer en la superficie del
suelo los indicios que revelan el curso del oculto arroyo. Un sendero
tortuoso que empieza al borde mismo de la fuente, sube por el flanco de
la colina, contornando los troncos de los arboles, desaparece luego
cubierto por las altas plantas en un repliegue del terreno, y llega, por
fin, al llano, sembrado de hermoso trigo. Con frecuencia, cuando yo era
un colegial libre, subia corriendo ese sendero para bajarlo despues en
pocos saltos; a veces, tambien me aventuraba alejandome algo por el
llano, hasta perder de vista el bosquecillo de la fuente; pero en un
angulo del camino me paraba sorprendido y sin aliento para ir mas lejos.
A mi lado veia abierto un abismo en forma de embudo, lleno de parras y
zarzas enlazadas. Piedras de bastante peso, arrojadas por los
transeuntes o arrastradas por las lluvias violentas, se veian flotando
sobre el follaje polvoriento y mortecino; en el fondo se entrelazaban
algunas ramas gruesas, y por entre sus hojas veia la negrura temida de
un abismo. Un sordo murmullo salia de alli constantemente como quejidos
de algun animal encerrado.
Actualmente me alegro de volver a encontrar el "gran agujero" y hasta me
atrevo a descender por el aunque para ello tenga que asustar a los
animales que se refugian en su maleza. Pero en otro tiempo, icon que
horror mirabamos, cuando ninos todavia, se cruzaba en nuestro camino
este siniestro pozo en cuyo borde se detenia el arado! Una noche
tranquila, de hermosa luna, tuve que pasar solo cerca del sitio
terrible. Aun tiemblo al recordarlo. El abismo me miraba, me atraia;
mis rodillas se doblaban desobedeciendo mi esfuerzo y los tallos de los
arbustos avanzaban para arrastrarme hacia la negra boca. Pase, sin
embargo, golpeando con mis pies el suelo cavernoso y ocultando el pavor
que me invadia; pero detras de mi un gigante inmenso, formado de vapor,
surgio inmediatamente: se inclino para cogerme y el murmullo del abismo
resono en mi oido durante largo rato como risa de odio o de triunfo.
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