mera vista; y, sin embargo, cuando el geografo, sin
hacer caso de detalles, calcula y traza sobre el papel la curva descrita
por el arroyo desde la fuente situada en la region de los pastos hasta
el valle frondoso, se ve que esta curva es de una regularidad casi
perfecta. El torrente trabaja sin descanso para formarse un cauce, y,
rebajando los salientes y llenando de arena y arcilla los agujeros de la
roca, ha conseguido determinar una parabola regular, parecida a la que
describe un carro bajando desde lo alto de una montana rusa.
CAPITULO IV
#La gruta#
Al pie de un promontorio de base escarpada y redonda cima, poblado de
grandes arboles, el torrente de la montana viene a chocar con otro
arroyo, casi tan abundante, y como el, corriendo y saltando por un plano
excesivamente inclinado. Las aguas del afluente, que se mezclan a las
mas caudalosas corrientes, formando anchos torbellinos bordeados de
espuma, son de una pureza cristalina; ni una molecula de arcilla
enturbia su transparencia, y por el fondo de limpia roca, ni siquiera se
arrastra un grano de arena. La masa liquida no ha tenido todavia tiempo
para ensuciarse, derribando las orillas y mezclandose con el barro que
el suelo rezuma; acaba da salir del seno de la colina, y lo mismo que
corria por un cauce tenebroso, salta ahora transparente de luz y de
alegria.
La gruta de donde sale el arroyo no esta lejos del confluente; apenas se
han andado algunos pasos, cuando se ve ya, por entre las ramas que se
cruzan, la puerta grande y negra que da acceso al templo subterraneo. El
umbral aparece cubierto por el agua que se esparce en raudal sobre las
piedras amontonadas; pero saltando de uno a otro saliente de las rocas o
sobre las piedras que el agua no llega a cubrir, se puede penetrar en la
gruta y seguir junto a la corriente, una estrecha y resbaladiza cornisa
por la cual se puede ascender, no sin peligro.
A los pocos pasos se siente el curioso transportado a otro mundo. Un
frio humedo sorprende repentinamente; el aire estancado, donde los
bienhechores rayos del sol no penetran jamas, tiene yo no se que de
agrio, como si no lo debieran respirar los pulmones humanos; el murmullo
del agua repercute en ecos lejanos por sonoras cavidades, y parece
oirse a las rocas lanzar clamores, unas repercutiendo a lo lejos, y
otras exhalando sordos y delicados suspiros en las subterraneas
galerias. Todos los objetos adquieren formas fantasticas: cualquier
orificio pr
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