enanza del
nuevo derecho.
A pesar de todos estos honores, la villa y corte tenia un aspecto muy
desagradable. Mari-Blanca continuaba en la Puerta del Sol como la mas
concreta expresion artistica de la cultura matritense. Inmutable en su
grosero pedestal, la estatua, que en anteriores siglos habia asistido al
tumulto de Oropesa y al motin de Esquilache, presidia ahora el
espectaculo de la actividad revolucionaria de este buen pueblo, que
siempre convergia a aquel sitio en sus ovaciones y en sus trastornos.
Si fuera posible trasladar al lector a las gradas de San Felipe,
capitolio de la chismografia politica y social, o sentarle en el humedo
escano de la fuente de Mari-Blanca, punto de reunion de un publico mas
plebeyo, comprenderia cuan distinto de lo que hoy vemos era lo que veian
nuestros abuelos hace medio siglo. De fijo llamaria su atencion que una
gran parte de los ociosos, que en aquel sitio se reunen desde que
existe, lo abandonaban a la caida de la tarde para dirigirse a la
Carrera de San Jeronimo o a otra de las calles inmediatas. Aquel publico
iba a los clubs, a las reuniones patrioticas, a _La Fontana de Oro_, al
_Grande Oriente_, a _Lorencini_, a la _Cruz de Malta_. En los grupos
sobresalian algunas personas que, por su ademan solemne, su mirada
protectora, parecian ser tenidos en grande estima por los demas.
Aparentaban querer imponer silencio a la multitud; otras veces,
extendiendo los brazos en cruz, volvianse atras como quien pide
atencion: todo esto hecho con una oficiosa gravedad que indicaba influjo
muy grande o presuncion no pequena.
La mayor porte se dirigia a la Carrera. Es porque alli estaba el club
mas concurrido, el mas agitado, el mas popular de los clubs: _La Fontana
Se Oro_. Ya entraremos tambien en el cafe revolucionario. Antes
crucemos, desde el Buen Suceso a los Italianos, esta alegre y animada
Carrera de los Padres Jeronimos, que era entonces lo que es hoy y lo
que sera siempre: la calle mas concurrida de la capital.
Pero hoy, cuando veis que la mayor parte de la calle esta formada por
viviendas particulares, no podeis comprender lo que era entonces una via
publica ocupada casi totalmente por los tristes paredones de tres o
cuatro conventos. Imposible es comprender hoy la obscuridad que
proyectaban sobre la entrada de la Carrera el ancho paredon del
Monasterio de la Victoria por un lado, y la sucia y corroida tapia del
Buen Suceso por otro. Mas alla formaban en linea de batalla las
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