o tengo que
atravesar los senderos peligrosos de
la montana; lo repito otra vez, no
quiero que se me siga.
[Manfredo se va.]
ESCENA II.
[El teatro representa un valle de los Alpes inmediato a
una catarata.]
MANFREDO.
El sol no se halla a la mitad de su
carrera, y el arco iris que corona el
torrente recibe de sus rayos sus hermosos
colores[1]. Las aguas estienden
sobre el declivio de las rocas su
manto de plata, y su espuma que se
eleva como un surtidor, se parece a
la cola del enorme y palido caballo
del Apocalipsis sobre el que vendra
la Muerte.
Mis ojos solamente gozan en el
momento de este magnifico espectaculo,
estoy solo en esta pacifica
soledad, y quiero disfrutar del homenage
de la cascada con el genio
de este lugar. Llamemosle.
[Manfredo toma algunas gotas de agua en el hueco de su
mano y las arroja al aire pronunciando su conjuro
magico. Al cabo de un momento de silencio aparece la
Encantadora de los Alpes bajo el arco iris del
torrente.]
iEspiritu de una hechicera hermosura,
que yo pueda admirar tu
cabellera luminosa, los ojos resplandecientes
y las formas divinas que
reunen todos los hechizos de las
hijas de los hombres a una sustancia
aerea y a la esencia de los mas puros
elementos! Los colores de tu tez
celeste se parecen al bermellon que
hermosea las megillas de un nino
dormido en el seno de su madre y
mecido con los latidos de su corazon;
se parecen al color de rosa que
dejan caer los ultimos rayos del dia
sobre la nieve de los ventisqueros,
y que puede equivocarse con el pudico
sonrosado de la tierra recibiendo
las caricias del cielo. Tu aspecto
suaviza el resplandor del arco brillante
que te corona; yo leo sobre
tu frente serena que refleja la calma
de tu alma inmortal, leo que tu perdonaras
a un hijo de la tierra, con
quien se dignan comunicar algunas
veces los espiritus de los elementos,
el atreverse a hacer uso de los secretos
magicos para llamarte a su
presencia y contemplarte un momento.
LA ENCANTADORA DE LOS ALPES.
Hijo de la tierra, yo te conozco;
igualmente que los secretos a que
debes tu poder, te conozco por un
hombre de pensamientos profundos,
estremoso en el mal y en el bien,
fatal a los otros y a ti mismo; te esperaba,
?que quieres de mi?
MANFREDO.
Admirar tu hermosura, nada mas.
El aspecto de la tierra me sumerge
en la desesperacion; busco un refugio
en sus misterios, huyo c
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