e la existencia depende
del tiempo? Las acciones; ved nuestras
epocas. Las mias han multiplicado
mis dias y mis noches al infinito;
los han hecho innumerables
como los granos de arena de una
costa, y los han convertido en un
desierto arido y helado alque vienen
a espirar las olas que al retirarse no
dejan sino cadaveres, escombros de
las rocas y algunas yerbas amargas.
EL CAZADOR.
iAy! ha perdido el juicio, pero
yo no debo abandonarle.
MANFREDO.
iQue no le haya perdido como tu
dices! todo lo que ahora veo no seria
sino el sueno de un cerebro enfermo.
EL CAZADOR.
?Que ves pues, o que crees ver?
MANFREDO.
A ti y a mi, un paisano de los Alpes,
tus modestas virtudes, tu choza
hospitalaria, tu valerosa paciencia,
tu alma arrogante, libre y
piadosa; tu respeto por ti mismo
fundado sobre tu inocencia, tus dias
llenos de salud, tus noches consagradas
al sueno, tus trabajos ennoblecidos
por el riesgo y sin embargo
esentos del crimen, tu esperanza de
una dichosa vejez y de una sepultura
pacifica, en donde una cruz y una
guirnalda de flores adornaran los
cespedes, y a la cual serviran de
epitafio los tiernos sentimientos de
tus nietos: esto es lo que veo; y si
miro dentro de mi mismo ... pero ya
no es tiempo; mi alma estaba ya dolorida....
EL CAZADOR.
?Y no cambiarias con gusto tu
suerte por la mia?
MANFREDO.
No, amigo mio, yo no querria
hacer un cambio tan funesto paro ti,
y no lo haria con ningun otro viviente.
Solo, puedo resistir a mis
angustias, solo, puedo vivir soportando
lo que los otros hombres no
podrian conocer, ni aun en suenos,
sin perder la vida.
EL CAZADOR.
?Como con este generoso interes
por tus semejantes, puedes verte
cargado de crimenes? cesa de decirmelo;
?un hombre capaz de un
sentimiento tan tierno puede haber
inmolado a su furor a sus enemigos?
MANFREDO.
No, no, ijamas! he sido cruel con
los que me amaban, con aquellos a
quienes yo amaba. Jamas he dado
un golpe a un enemigo sino en mi
legitima defensa; pero iay! mis caricias
eran fatales.
EL CAZADOR.
iQue el cielo restituya la tranquilidad
a tu alma! ique el arrepentimiento
te vuelva a ti mismo! yo te
prometo mis oraciones.
MANFREDO.
No tengo ninguna necesidad de
ellas; pero no desprecio tu piedad,
me retiro; a Dios. Te dejo este bolsillo,
igualmente que mis gracias,
no hay que rehusarle ... esta recompensa
te es debida ... no me sigas ...
conozco mi camino, n
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