de Espina[399], cuya celebre casa y peregrina silla son ideas de su raro
ingenio; que yo hablo de antojos abajo, como de tejas, y salvo la
obtica[400] destos senores antojadizos que han descubierto al sol un
lunar en el lado izquierdo, y en la luna han linceado montes y valles, y
han visto a Venus _cornuta_. Lo que yo se decir, que el poco tiempo que
estuve por alla arriba nunca oi nombrar la Bocina, el Carro, la _Espica
Virginis,_ la _Ursa major_ ni la _Ursa minor,_ las Pleyades ni las
Heliades, nombres que los de la Astrologia les han dado, y esa que
llamaron _Via Lactea,_ y ahora los vulgares Camino de Santiago, por
donde anda tanto el cojo como el sano; que si esto fuera asi, yo
tambien, por lo cojo, habia de andar por aquel camino[401], siendo hijo
de vecino de aquella provincia.
Ya en estas razones ultimas se habia agradecido al sueno el tal Don
Cleofas, dejando al companero de posta[402] como grulla[403] de la otra
vida, cuando un gran estruendo de clarines y cabalgaduras le desperto
sobresaltado, recelando que se le llevaba a otra parte mas desacomodada
el que le habia agasajado hasta entonces; pero el Diablillo le sosego,
diciendo:
--No te alborotes, don Cleofas; que, estando conmigo, no tienes que
temer nada.
--Pues ?que ruido tan grande es este--le replico el Estudiante.
--Yo te lo dire--dijo el Cojuelo--, si acabas de despertar y me escuchas
con atencion.
TRANCO VII
El Estudiante se incorporo entonces, supliendo con bostezos y esperezos
lo que le faltaba por dormir, y prosiguio el Diablillo, diciendo:
--Todo este estruendo trae consigo la casa de la Fortuna, que pasa al
Asia Mayor a asistir a una batalla campal entre el Mogor y el Sofi, para
dar la victoria a quien menos la mereciere. Escucha y mira; que esta que
pasa es su recamara, y en lugar de acemilas van mercaderes y hombres de
negocios que llaman, cargados de cajas de moneda de oro y plata, con
reposteros bordados encima con las armas de la Fortuna, que son los
cuatro vientos, y un harpon en una torre, moviendose a todos cuatro,
sogas y garrotes del mismo metal que llevan, y, con ir con tanto peso,
van descansados, a su parecer. Esta tropa inumerable que pasa ahora mal
concertada es de oficiales de boca, cocineros, mozos de cocina,
botilleres, reposteros, despenseros, panaderos, veedores, y la demas
canalla que toca a la bucolica. Estos que vienen agora a pie, con
fieltros blancos terciados por los hombros, son lacayos de la For
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