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rero. Esta era la exacta suma en que habian vendido la vaca. Muy alegres entregaron el dinero al lugareno, que tan pronto como tuvo el oro en su bolsillo partio, mas contento que unas pascuas. Los tres bribones tambien partieron. No habian andado gran distancia cuando llegaron a otra fonda. Uno de ellos propuso que entrasen a probar el sombrero. Despues de haber bebido algunas botellas de vino, llamaron a la huespeda para pagarle. El primero de ellos se levanto, revolvio el sombrero, y todos ansiosamente esperaron el efecto. Pero no sucedio nada. La huespeda, extranando tal conducta, les dijo: --Como Vds. me han llamado yo creia que me iban a pagar. --Pues meta Vd. la mano en su faltriquera y hallara Vd. el dinero. La huespeda lo hizo asi, pero no encontro ningun dinero. --iDiantre!--dijo el segundo joven, un poco alarmado,--tu no comprendes de esto. Dame el sombrero a mi. El joven tomo el sombrero, se lo puso, y lo revolvio de derecha a izquierda. Pero todo en balde. La faltriquera de la huespeda estaba tan vacia como antes. --Son Vds. unos bobos,--grito el tercero con impaciencia.--Voy a ensenar a Vds. como debe ser revuelto el sombrero. Y diciendo esto, revolvio el sombrero muy despacio y con mucho cuidado. Pero observo con gran desaliento que no tuvo mejor exito que sus companeros. Al fin comprendieron que el lugareno les habia dado un buen chasco. Su indignacion fue tanta que mejor es pasar por alto los epitetos con que adornaron el nombre del lugareno. Este al llegar a su casa conto las monedas de oro sobre la mesa exclamando: --?No lo dije esta manana? Tiene que madrugar el que quiera enganarme. Su mujer no dijo nada, porque era juiciosa, y sabia que el silencio algunas veces es oro. 51. EL PERAL Recuerdo que a la salida de mi pueblo habia un hermosisimo peral que daba gusto verle, particularmente a la entrada de la primavera. No lejos hallabase situada la casa del dueno, y alla vivia Dolores, novia mia. Tenia mi novia apenas diez y nueve anos, y era una nina muy hermosa. Sus mejillas se parecian a las flores del peral. En la primavera y alli, bajo aquel arbol, fue donde yo le dije a ella: --Dolores mia, ?cuando celebraremos nuestras bodas? Todo en ella sonreia: sus hermosos cabellos con los cuales jugaba el viento, el talle de diosa, el desnudo pie aprisionado en pequenos zapatos, las lindas manecitas que atraian hacia si la colgante rama para aspirar las flores, la pur
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