reno. Una mujeruca del pueblo, que
lleva el manteo a modo de capuz, suspira al terminar sus rezos y besa
la tierra con la lengua. Es muy vieja, toda arrugada, con ese color
oscuro y clasico que tienen las nueces de los nogales centenarios.
Atraviesa la nave, y el lento arrastrar de sus madrenas cuenta sus
anos. Aquella mujeruca sirve desde nina en la casa de Don Juan Manuel
Montenegro: Es Micaela la Roja, que conocio a los difuntos senores
cuando entro de rapaza de las vacas, por el yantar y el vestido. Ahora
camina apoyada en un palo. Renqueando entra en una capilla con puerta
de hierro, toda tristeza y herrumbre, y se acerca a una mujer que reza.
Es Sabelita, que fue otro tiempo barragana del Caballero. Con las
cabezas juntas hablan quedo en aquella sombra humeda que parece
destilar oraciones, y dos velas se consumen en el altar, dos velas
rizadas y pintadas como dos madamas_.
LA ROJA
iDabame mi alma que aqui la toparia!
SABELITA.
No te ha enganado.
LA ROJA
Cuando remate sus obligaciones, tiene de venirse conmigo.
SABELITA
?Adonde?
LA ROJA
A la casona.
SABELITA
Roja, no quiero verlos mas, ni al padre ni a los hijos....
LA ROJA
A los rapaces, no digo... Mas al senor mi amo fuerza es que le vea.
Cordera, por ese mor vengo procurandola. Esta el cuitado como adolecido
desde que tuvo el primer anuncio, que fueron las luces de la Santa
Compana.
SABELITA
?Vio a la Santa Compana?
LA ROJA
Si la vio.... Era una hueste muy luenga de animas en pena, todas
vestidas de blanco. Pareciosele de noche en el Campo de la Iglesia.
SABELITA
iAlla, en Viana!
LA ROJA
iY en la misma hora que dejaba el mundo Dama Maria!... El marinero con
la carta llego despues.... Don Galan bajo conmigo a franquealle la
puerta.
SABELITA
?Vosotros vinisteis con Don Juan Manuel?
LA ROJA
Nosotros vinimos por tierra. iAy, cuide de no llegar! El senor mi amo,
embarco solo en la barca que luego fue naufraga.
SABELITA
iQue desgracia tan grande! Recemos una Salve por el descanso de esos
pobres marineros ahogados.
LA ROJA
Estaba de Dios que ellos pereciesen y que el amo se salvase.
_Las dos rezan a media voz, con un bisbiseo devoto y confuso, que se
junta en las sombras de la capilla al chisporroteo de las velas. Las
dos inclinan las cabezas y ponen en blanco los ojos para poder alzarlos
al altar, desde donde responde a su mirada, la mirada extatica de una
Dolorosa. El parpadeo de las l
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