, para cubrir el deficit,
acude a nosotros y nosotros recogemos de nuestros tampipis el ultimo
real, porque sabemos que el Papa tiene muchas atenciones; hace cosa
de cinco anos caso a una sobrina suya dotandola de un palacio y
300,000 francos ademas. Haced un esfuerzo pues, generosos filipinos,
y socorred a los dominicos igualmente!
Ademas, esos centanares de miles perdidos no son de ellos, segun dicen:
?como los iban a tener si tienen voto de pobreza? Hay que creerlos
pues cuando, para cubrirse, dicen que son de los huerfanos y de las
viudas. Muy seguramente pertencerian algunos a las viudas y a los
huerfanos de Kalamba, y quien sabe si a los desterrados maridos! y
los manejan los virtuosos frailes solo a titulo de depositarios para
devolverlos despues religiosamente con todos sus intereses cuando
llegue el dia de rendir cuentas! Quien sabe? Quien mejor que ellos
podia encargarse de recoger los pocos haberes mientras las casas
ardian, huian las viudas y los huerfanos sin encontrar hospitalidad,
pues se habia prohibido darles albergue, mientras los hombres estaban
presos o perseguidos? ?Quien mejor que los dominicos para tener tanto
valor, tanta audacia y tanta humanidad?
Pero, ahora el diablo se ha llevado el dinero de los huerfanos y de
las viudas, y es de temer que se lleve tambien el resto, pues cuando el
diablo la empieza la ha de acabar. Tendria ese dinero mala procedencia?
Si asl sucediese, nosotros los recomendariamos a los dominicos que
dijesen con Job: Desnudo sali del vientre de mi madre (Espana),
y desnudo volvere alla; lo dio el diablo, el diablo se lo llevo;
bendito sea el nombre del Senor!
Fr. Jacinto.
Manila: Imprenta de los Amigos del Pais.
CHAPTER IX
The Deportation to Dapitan
As soon as Rizal was lodged in his prison, a room in Fort Santiago, the
Governor-General began the composition of one of the most extraordinary
official documents ever issued in this land where the strangest
governmental acts have abounded. It is apology, argument, and attack
all in one and was published in the Official Gazette, where it occupied
most of an entire issue. The effect of the righteous anger it displays
suffers somewhat when one knows how all was planned from the day Rizal
was decoyed from Hongkong under the faithless safe-conduct. Another
enlightening feature is the copy of a later letter, preserved in that
invaluable secret file, wherein Despujol writes Rizal's custodian, as
jailer, to allow
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