stencia de
los cuerpos.
Que los cuerpos existen, es un hecho del cual no duda nadie que este
en su juicio. Todas las cuestiones que se susciten sobre este punto no
haran vacilar la profunda conviccion de que al rededor de nosotros
existe lo que llamamos mundo corporeo: esta conviccion es un fenomeno
de nuestra existencia, que no acertaremos quizas a explicar, pero
destruirle nos es imposible: estamos sometidos a el como a una
necesidad indeclinable.
?En que se funda esta certeza? Aqui ya nos hallamos no con un simple
hecho, sino con una cuestion que cada filosofo resuelve a su manera:
Descartes y Malebranche recurren a la veracidad de Dios; Locke y
Condillac se atienen al desarrollo y caracter peculiar de algunas
sensaciones.
?Como adquiere el hombre esta certeza? no lo sabe: la poseia antes de
reflexionar; oye con extraneza que se suscitan disputas sobre estas
materias; y jamas hubiera podido sospechar que se buscase porque
estamos ciertos de la existencia de lo que afecta nuestros sentidos.
En vano se le interroga sobre el modo con que ha hecho tan preciosa
adquision, se encuentra con ella como con un hecho apenas distinto de
su existencia misma. Nada recuerda del orden de las sensaciones en su
infancia; se halla con el espiritu desarrollado, pero ignora las leyes
de este desarrollo, de la propia suerte que nada conoce de las que han
presidido a la generacion y crecimiento de su cuerpo.
[7.] La filosofia debe comenzar no por disputar sobre el hecho de la
certeza sino por la explicacion del mismo. No estando ciertos de algo
nos es absolutamente imposible dar un solo paso en ninguna ciencia, ni
tomar una resolucion cualquiera en los negocios de la vida. Un
esceptico completo seria un demente, y con demencia llevada al mas
alto grado; imposible le fuera toda comunicacion con sus semejantes,
imposible toda serie ordenada de acciones externas, ni aun de
pensamientos o actos de la voluntad. Consignemos pues el hecho, y no
caigamos en la extravagancia de afirmar que en el umbral del templo de
la filosofia esta sentada la locura.
Al examinar su objeto, debe la filosofia analizarle, mas no
destruirle; que si esto hace se destruye a si propia. Todo raciocinio
ha de tener un punto de apoyo, y este punto no puede ser sino un
hecho. Que sea interno o externo, que sea una idea o un objeto, el
hecho ha de existir; es necesario comenzar por suponer algo; a este
algo le llamamos hecho: quien los niega todos o comienza po
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